Todo aquel que en Él cree

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Editado por David L. Allen y Steve W. Lemke.
B&H Publishing Group. 2010, 383 pp.

El título de esta obra obedece a la conferencia celebrada el 7 de noviembre de 2008 que denominaron “Conferencia Juan 3:16” y se llevó a cabo en la Primera Iglesia Bautista de Wodstock (Georgia). En la primera parte recoge las ponencias que pronunciaron una serie de expositores que salvo el primero, el resto trató cada uno de los puntos del calvinismo que se aprobaron en el Sínodo de Dort de la iglesia reformada holandesa (1618-19), los famosos cinco puntos sobre soteriología. El motivo de la organización de esta conferencia se halla en el auge que ha cobrado el calvinismo en este siglo y ha sacudido a las iglesias bautistas de Estados Unidos, pues en su seno hay pastores de doctrina reformada y otros de arminiana o simplemente que no se adhieren a ninguna de las dos. En la segunda parte hay cinco capítulos que presentan otros temas que surgen de la teología calvinista.  Se explica en el libro que todos los participantes expusieron los temas desde una posición en que no se identificarían como calvinistas ni como arminianos, sino simplemente como bautistas. En la introducción, los editores hacen una distinción entre calvinista y reformado; el primero sería el que abraza algunas doctrinas del calvinismo y el segundo el que acepta la totalidad de ellas. Sin embargo, nos parece que esta es una división artificial que han creado solamente para decir que hay bautistas y evangélicos en general que han adoptado algunos o todos los cinco puntos del calvinismo, pero que rechazan el bautismo infantil y/o los sacramentos como medios de gracia. También mencionan el amilenarismo como escatología propia de los reformados, cuando entre estos hay también premilenaristas históricos y postmilenaristas, pero este dato no se señala.

El sermón inaugural de la conferencia estuvo a cargo de Jerry Vines, pastor emérito de la Primera iglesia bautista de Jacksonville (Florida). Hizo una exposición de Jn. 3:16, en que dijo algunas cosas que pueden ser objetables; entre ellas hay una que es inaceptable sobre la importancia del nacimiento virginal de Jesús: “Si Jesús no hubiera nacido de una virgen, habría tenido una naturaleza pecaminosa”. O sea, la virginidad fue la que determinó que fuera sin pecado, según él, lo que además de un reduccionismo infantil, es una barbaridad. Por otro lado, es como decir que el matrimonio es un estado moral inferior a la virginidad, lo que enlaza con las ideas anacoretas antiguas y las monásticas de la Edad Media.

La ponencia sobre la depravación total, en realidad no la cuestiona el autor de la misma, pues salvo pequeños matices sin importancia la acepta. Su exposición  está expresada de forma correcta, algo necesario, pues muchos que no se han tomado la molestia de examinarla entienden cosas que dicha doctrina no dice. Como expresa el autor: “la falta de acuerdo sobre lo que exactamente significa, la convierte en una doctrina menospreciada, enfatizada por algunos, ignorada por otros”. Y eso que él confiesa que no es calvinista ni reformado, pero critica a los predicadores no calvinistas por no predicar lo que enseña la Biblia y esta doctrina es bíblica. Dice: “Yo elogio a mis amigos calvinistas por enseñar consistentemente la Biblia”.

El segundo tema es el de la elección. En este caso, lo que hace el autor es informar del origen de una tradición teológica de los bautistas del sur, en que la soteriología es la del calvinismo con un poco de arminianismo y que ambas posiciones pueden convivir juntas bastante bien, algo que no acabamos de entender. A la elección incondicional él opone como otra forma de entender esta doctrina, la elección congruente. ¿En qué consiste? En que hay dos tipos de elección: la elección abrahámica y la elección para salvación. La primera explica como Dios escogió a los judíos para ser su pueblo y la segunda se refiere al propósito electivo de Dios en que él propicia la salvación eterna de los seres humanos individuales, tanto judíos como gentiles.

La tercera exposición es la doctrina de la expiación en sus dos interpretaciones: el alcance universal o el limitado solo a los elegidos. Precisamente esta doctrina fue la causa de división entre los bautistas en el siglo XVII, los “bautistas generales” que creían que Cristo había muerto por todos los hombres y los “bautistas particulares” que creían que Cristo solo murió por los elegidos. Evidentemente, el autor de este en ensayo defiende la expiación ilimitada y además hace la consideración que Calvino y un montón de teólogos calvinistas famosos, no creían en la expiación limitada incluida en Dort e incluso algunos delegados a dicho Sínodo creían en la expiación universal, pero el comité de redacción final  modificó el lenguaje para contentar a los particularistas. Es curioso que el Catecismo de Heidelberg, en la pregunta 37 dice que “Cristo sostenía en el cuerpo y el alma la ira de Dios contra el pecado de todo el género humano y se apoya en Is. 53:4; 1 P. 2:24, 3:18; 1Ti. 2:6. La exposición de las dos interpretaciones es amplísima en este capítulo y cualquiera que quiera conocer el tema a fondo tiene mucho material para estudiar.

El tema del cuarto ensayo es el de la gracia irresistible. ¿Qué es la gracia irresistible? Un teólogo bautista contemporáneo, John Piper la define así: “significa que el Espíritu Santo puede vencer toda resistencia y hacer su influencia irresistible…La doctrina de la gracia irresistible significa que Dios es soberano y puede vencer toda resistencia cuando quiere… gracia irresistible nunca implica que Dios nos obliga a creer contra nuestra voluntad… por el contrario, la gracia irresistible es compatible con la predicación y el dar testimonio que tratan  de persuadir a las personas a hacer lo que es razonable y concuerde con lo que más les convenga”. La tesis del autor de este ensayo considera que la Biblia no aborda de manera específica esta doctrina. Seguidamente aporta los textos bíblicos que parecen negar la gracia irresistible o afirmarla de manera explícita. Luego hace lo mismo con las enseñanzas de Jesús. Analiza también los textos que incluyen a todos en las Escrituras. Por último hace una evaluación teológica de la gracia irresistible.

Llegamos al último punto de los cánones de Dort: la perseverancia de los santos o lo que se conoce también como la seguridad de salvación. Mientras unos hacen recaer la seguridad de la salvación en la santificación otros lo hacen en la justificación. Nos ha llamado la atención que en todo el capítulo no se haya citado 1 P. 1:5, que dice que somos guardados por el poder de Dios para alcanzar la salvación final, es decir, la perseverancia depende de la preservación  divina. Aunque el autor concluye que “en última instancia la seguridad viene de depender solo de Cristo”.

En la segunda parte, encontramos cinco capítulos que discuten algunos aspectos del calvinismo, como por ejemplo, si el reformador francés creía en la expiación universal o en la limitada, quedándose con la primera, pues la segunda es obra de teólogos reformados; seguidamente, el segundo capítulo es una exposición del impacto potencial de las tendencias calvinistas sobre las iglesias locales bautistas; el tercer capítulo  trata de la invitación pública que hacen algunos predicadores al término del sermón que el autor defiende en contra del calvinismo que la rechaza. La verdad es que esta práctica que se empleaba en las grandes campañas se ha ido diluyendo por el evidente peligro de la manipulación psicológica sobre el oyente. El cuarto vuelve a centrarse en la teología con unas reflexiones sobre el determinismo y la libertad humana, es decir sobre la cuestión del libre albedrío. Y el quinto y último capítulo es una alocución sin puntos sobre el mal y la soberanía de Dios. El autor critica la enseñanza calvinista de Piper acusándola de ser determinista y hacer a Dios autor del mal.

Pedro Puigvert

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