Tullian Tchividjian.
Editorial Mundo Hispano, El Paso, Texas, EE.UU. 2014. 206 págs.
Empezaremos este escrito presentando al autor, poco conocido aún. Tullian Tchividjian es el pastor principal de la Iglesia Presbiteriana Coral Ridge en Fort Lauderdale, Florida, (EE.UU). También es profesor visitante en el Seminario Teológico Reformado en Orlando, y nieto de Billy y Ruth Graham. Y dedica este libro así: “A mi abuelo materno, ‘Daddy Bill’ (Billy Graham). Tienes más de noventa años y la gracia admirable de Dios todavía te asombra, ¡y a mí también!” Asimismo, se desprende de las puntualizaciones en el contenido del libro, que es un amante del arte, se revela especialmente por la lista de ilustraciones, que van desde Rafael (1510) a Salvador Dalí (1975) y están cuidadosamente impresas en las dieciséis últimas páginas.
Autores conocidos nos dicen de esta obra: “En este libro extraordinario, Tchividjian nos ayuda a ver algo de Jonás en cada uno de nosotros y que tenemos necesidad de la misma gracia de Dios cada día. Este libro me atrapó y también me animó. Lo recomiendo ampliamente” Jerry Bridges. “Un recordatorio muy necesario, porque no debemos tratar de ir más allá del evangelio o pretender haberlo superado” Randy Alcorn.
El autor nos testifica que: “Este libro comenzó como una serie de sermones que prediqué durante la temporada más difícil de mi vida. Al reflexionar ahora en ese tiempo puedo decir que estoy genuinamente agradecido por todo el dolor que experimenté. Fue durante ese tiempo de prueba que Dios me ayudó a reconocer la relevancia práctica del evangelio. Con justa razón, el pueblo cristiano ama la palabra evangelio. Sin embargo, multitudes de cristianos no pueden entender plenamente lo que es el evangelio. Uno sabe que muchas personas ignoran el significado de esta palabra porque no pertenecen a la iglesia, pero de hecho estoy convencido de que hay muchísima confusión acerca del verdadero mensaje del evangelio dentro de la iglesia, incluso en aquellas iglesias donde el evangelio se predica y enseña con regularidad. Para entender mejor el evangelio, tal vez lo que más nos hace falta es recibir un sobresalto, una sorpresa... incluso una conmoción con el evangelio. Eso es exactamente lo que creo que necesita nuestra situación. Uno de los mejores libros de la Biblia para dar una sacudida así tiene que ser Jonás, una historia llena de “sorpresas impactantes y elementos sensacionales”, según lo describe un comentario. Pero fue por medio del estudio de esta historia que llegué a estar cara a cara con una de las verdades más transformadoras de mi propia experiencia. El hecho de que “el evangelio es para gente cristiana.”. Como lo explica Tim Keller, el evangelio no es simplemente el A-B-C del cristianismo, sino que es todo, de la A hasta la Z. El evangelio no solamente enciende la vida cristiana; es el combustible diario de esa vida. Para percibir estos elementos en Jonás tenemos que ir más allá de nuestras presuposiciones sobre un relato que, como dice Ray Stedman, “probablemente es el más conocido y el menos comprendido de la Biblia”.
En algún lugar de tu mente puede ser que exista alguna duda sobre la exactitud histórica de alguna de las cosas descritas en Jonás. Si es así, no estás solo. Este relato es “casi increíble”, como exclamó Martín Lutero: “Suena más extraño que cualquier fábula de poeta; si no estuviera en la Biblia, lo tomaría por una mentira”. En comparación, insistía Lutero, “el maravilloso paso por el mar Rojo no fue nada”. Un historiador del arte dice que la historia de Jonás está entre los cuatro temas del Antiguo Testamento más populares en el arte cristiano (los otros tres son Adán y Eva, el sacrificio de Isaac y Daniel en el foso de los leones). Elementos de la historia de Jonás y de Cristo se yuxtaponen en el arte cristiano antiguo, apuntando al modo tan claro y fácil en que los primeros creyentes los conectaban entre sí. Otro reformador, Calvino, con una mezcla de simpatía y evaluación franca, sugiere que Jonás estaba plagado de desesperanza por su encargo, además de la “debilidad de la carne” y, también: “Estaba, sin duda, no solo en un estado mental perturbado... estaba totalmente confundido”. Sin embargo, ninguno de esos factores logra exponer una defensa aceptable delante de Dios. El hecho es que Jonás el escapista se ha “equivocado gravemente”, como concluye Calvino. “No pudo haber pecado de manera más grave que abandonando a Dios, habiendo rehusado obedecer a su llamada”; estaba siendo guiado por un “impulso perverso y ciego”. Escapar de Dios es levantarse contra Dios. Es un desafío directo y grosero contra aquel a quien debemos toda nuestra lealtad y amor. Intenta huir de Dios, y no se sabe dónde vas a acabar. Dios tuvo misericordia de él y de los habitantes de Nínive, pero Jonás tuvo que reconocer que su reacción había sido desproporcionada. Eso es lo que sucede cuando perdemos de vista quién es Dios y cuál ha sido su trato para con nosotros. La historia de Jonás nos muestra que el evangelio de la cruz –la buena noticia de que Dios inexorablemente busca a los pecadores para rescatarlos- es tanto para cristianos como para no cristianos. Sí, Jesús se encuentra en la historia de Jonás en todas partes. Y al verlo realmente ahí, lo apreciaremos mucho más cada vez que lo escuchemos en los Evangelios, donde si nuestros ojos y corazones están bien abiertos, nos sorprenderemos más que nunca.
E.V. Giró – Barcelona