Priscilano de Ávila. Tratados

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Edición y traducción de Manuel José  Crespo.
Editorial Trotta, S.A. 2017, 300 pp.

Prisciliano fue un personaje muy controvertido por su teología que ha sido considerada herética. Lo que sabemos de él es gracias al historiador Sulpicio Severo, el cual nos relata que probablemente nació en el siglo IV de  nuestra era en la Bética o Lusitania. Otros autores dicen que podía haber nacido en Galicia. Era un rico terrateniente hispanorromano de familia noble, dotado de una personalidad atrayente y con una notable capacidad intelectual. En sus escritos cuenta que no recibió la llamada de la fe en un estado de ignorancia, pues cuando todavía no era cristiano disfrutaba de una vida dedicada al cultivo del espíritu mediante el estudio de disciplinas por las que buscaba respuestas a los grandes interrogantes de la vida, probablemente en el marco del neoplatonismo. Su conversión no fue espectacular, sino más bien por una toma de conciencia de la necedad y depravación del mundo, del paganismo romano cuya religión oficial se basaba en dioses y en fábulas, divinidades que presentaban el mismo grado de inmoralidad que los hombres. Cuando llegó a la fe cristiana, tuvo la firme determinación de despojarse de todo peso de mundanalidad. Al entrar en contacto con intelectuales cristianos se despierta en él un vivo interés `por la persona de Cristo. Por lo que dice Sulpicio Severo, fue enseñado por una pareja, Helpidio y Ágape, a quienes atribuye haber inducido e introducido a Prisciliano en la herejía gnóstica de Marcos de Menfis. Dice de él lo siguiente: “En España fue Ágape la que condujo a Elpidio, la mujer al marido, una ciega a un ciego, y terminó por hacerle caer en la hoya. Este tuvo como sucesor a Prisciliano, aficionadísimo al mago Zoroastro. Convertido de mago en obispo, se le juntó Gala, no de nacimiento, sino de nombre, parecida a él por sus correrías de un lado a otro, y a la que dejó como heredera de otra herejía semejante” (Sulpicio Severo, Chronicorum libri 2.46.2-3).

Prisciliano creó escuela y sus seguidores se caracterizaron por el ascetismo y por la actividad intelectual dedicada al conocimiento de las Escrituras buscando el mensaje oculto y de los sentidos espirituales mediante el uso de la interpretación alegórica, siguiendo el procedimiento de los alejandrinos origenistas. El pionero de este tipo de hermenéutica fue Clemente de Alejandría, para quien la gnosis y la fe eran realidades inseparables. Decía: “La gnosis es la demostración firme y sólida de las verdades comunicadas por  la fe” (Stromateis 7.10.57.3-4).

Aunque en esta época el gnosticismo se había extendido en muchas partes, en España se inició un conflicto entre Prisciliano y sus seguidores con Hidacio de Mérida e Itacio de Ossonuba, actualmente Faro (Portugal),  antes del primer Concilio de Zaragoza (378 a 380). El motivo que originó la disputa, probablemente fue a consecuencia de la normativa sobre los libros apócrifos en las iglesias de Lusitania y Bética. En el 367 el obispo de Alejandría Atanasio, había publicado una carta con los libros de la Biblia que podían ser utilizados, excluyendo a los que no formaban parte del canon por considerarlos apócrifos al no estar inspirados por Dios y había sospechas de que algunos habían sido manipulados por los herejes. Prisciliano no estaba dispuesto a ceder, entonces Hidacio promovió la celebración del Concilio de Zaragoza en donde se planteó el asunto de la lectura de los apócrifos. Cuando se convocó el Concilio, Prisciliano no era todavía obispo, pero fue condenado junto con los obispos Instancio, Salviano y Helpidio, sin estar presentes en las deliberaciones, siendo sentenciados en rebeldía. Las herejías de Prisciliano pueden resumirse en las siguientes: continuador de Simón el Mago; fomentador del estudio de los libros apócrifos; errores sobre la Trinidad (el sabelianismo o modalismo); errores sobre el diablo, al que hacía el autor de la materia; sobre la naturaleza del alma (origenista) y sobre el canon de las Escrituras, al admitir algunos apócrifos.

¿Qué son los Tratados que recoge este libro, obra de Prisciliano? Son una serie de once escritos contenidos en el códice de Würzburg y editados por Schepss.El códice es un manuscrito muy antiguo que contiene la compilación de once textos de diversa extensión y género. El primero es un escrito apologético, seguido de una carta al obispo Dámaso de Roma. El tercero lleva por título Tratado sobre la fe y sobre los apócrifos. Los ocho que siguen son textos homiléticos y litúrgicos: Tratado sobre la Pascua; Tratado sobre el Génesis; Tratado sobre el Éxodo; Tratados sobre los Salmos primero y tercero; Tratados al pueblo; Bendición sobre los fieles. Los tratados contienen una buena cantidad de citas de la Biblia según el estilo del autor, que seguía la tradición que consistía en acreditar su doctrina con textos bíblicos para dar autoridad a su mensaje. Pero en aquel tiempo, solo era comprendido por la gente erudita, pues su objetivo era justificar su exégesis espiritualizada o interpretación alegórica de la Escritura. Por ejemplo, su debilidad era citar Ro. 7:14 cuando el apóstol dice que la ley es espiritual y lo entendía como que tenía un sentido oculto.

Dice el traductor y editor de esta obra, “que el contenido de los Tratados permite demostrar en no pocos lugares que la acusación de maniqueísmo es infundada, orquestada por sus adversarios”. Sin embargo, el modalismo de Prisciliano se observa en el Tratado al Obispo Dámaso, punto 103.15. Nos ha llamado la atención que tanto el autor de los tratados, como el traductor incurren en el mismo error de entender 2 P. 1:20 como si se refiriera a la interpretación de las Escrituras, cuando en realidad se trata de su origen, pues toda profecía de la Escritura, no se hace por propia solución, según le parezca a cada uno, como lo refrenda el v. 21 al decir que la profecía no fue traída por voluntad humana, sino que los hombres de Dios fueron llevados o impulsados por el Espíritu Santo.

¿Cómo se presentan los Tratados? En primer lugar, hay una introducción a cada uno de ellos, seguido de la estructura del mismo. En algunos, se colocan principios hermenéuticos y se puede apreciar que  alegoriza hasta en los títulos de los Salmos. Es curiosa esta afirmación con la que no podemos estar de acuerdo: “la Escritura es inspirada no solo en el acto de la redacción, sino también en la interpretación”. También observamos como en el siglo IV ya se había infiltrado en la iglesia la mariolatría con esta frase: “María es virgen antes de la concepción, virgen en su concepción, virgen después del parto” (74.21).

Con la lectura de este libro podemos acercarnos a parte del devenir histórico y doctrinal de la iglesia española del siglo IV, con la aparición de grupos heréticos que tuvieron una implantación bastante arraigada en la península ibérica.

Pedro Puigvert

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