Dolores Aleixandre.
Editorial CCS. Madrid. 2016. 160 págs.
Dolores Aleixandre nos expresa su sentimiento, en la introducción, de la siguiente manera: “Jacob, Sansón o David están más presentes en los juegos de mis nietos que los personajes de las películas de Walt Disney...” Se lo oí decir en una conferencia al Rabino Baruch Garzón y me llené de envidia. ¿Por qué en contraste con el mundo judío son tan desconocidos para nosotros la mayoría de los personajes bíblicos? Todo el mundo sabe hoy quiénes han sido Isabel la Católica, Steve Jobs o Marilyn Monroe, pero si pregunto en un grupo cristiano –y lo he hecho muchas veces-, los nombres de las Matriarcas, qué saben de Tamar, de Elías o de Susana, se produce un silencio consternado”.
Este libro pretende recuperar esa “familiaridad perdida” con algunos hombres y mujeres de la Biblia después de escucharlos, contemplarlos, saber algo más de su relación con Dios y conocer las tradiciones que los acompañan. Cada uno de ellos es un “portador de signos” y a través de los mismos, Dios nos da “señales de Vida”, se comunica con nosotros, despierta en nuestro corazón el deseo de hacer de ellos compañeros de nuestro itinerario creyente.
Le sigue: Algunas indicaciones. “Además de los textos bíblicos, he utilizado literatura midráshica para los personajes del Antiguo Testamento y textos de evangelios apócrifos para los del Nuevo Testamento. El término midrash proviene de la raíz hebrea darash, que significa buscar, investigar, estudiar. Es una elaboración imaginativa del texto de las Escrituras realizado por los viejos pensadores de Israel. Como afirma el escritor Elie Wiesel, (Celebración bíblica. Relatos y leyendas del Antiguo Testamento. Buenos Aires 1988). “Un judío se siente más ligado al profeta Elías que al vecino de su mismo rellano (...), le afecta cuanto aconteció a sus antepasados: los duelos de estos le afligen y sus triunfos le alegran porque se trata de seres vivos, no de símbolos. Todas las leyendas, todas las historias que cuenta la Biblia y comenta el Midrash –entendiendo el Midrash como interpretación, ilustración, imaginación creadora- nos afectan a todos”. También cito evangelios apócrifos (del verbo griego krypto, “esconder”). Son escritos de autores desconocidos, surgidos en los primeros siglos en torno a la figura de Jesús de Nazaret y otros personajes evangélicos. La mayoría de ellos son narraciones noveladas sin pretensión histórica y, aunque no fueron aceptados como “canónicos”. han tenido una gran influencia entre los escritores y oradores de los primeros siglos e impactaron fuertemente la teología y la vida litúrgica de la Iglesia. La Edad Media aporta también leyendas y relatos que envolvieron con su “neblina” las antiguas tradiciones.”
Los capítulos se presentan así; primeramente: A la escucha de... donde se hace hablar al personaje bíblico escogido; Ecos de una relación, encadena los textos bíblicos correspondientes al personaje; Saber más, (ejemplo) “El primer patriarca de Israel se llama Abrán (en hebreo “padre excelso”) y solo después de sellar la alianza recibe el nombre de Abrahán (“padre de muchedumbres”). Con él comienza una nueva era y se convierte en la figura humana central del relato que sigue a la historia de los orígenes (Génesis 1-11). Abrahán es el depositario de la primera promesa de la tierra y el intermediario de la bendición”. Le sigue, Búsquedas, leyendas y tradiciones, (en algunos casos, más desorienta que ayuda, pero... el saber nunca sobra), y cierra cada personaje: Tras las huellas..., con varios puntos de reflexión y acción, (ejemplo) “La esterilidad vencida de Abrahán y Sara nos recuerda que los límites humanos simbolizados por la esterilidad no cierran el futuro, sino que pueden convertirse en ocasión de que se muestre el poder de Dios, dador de vida y de fecundidad. Cuando terminan nuestras posibilidades, empiezan las suyas”. “... Situarnos ante Dios, con las manos abiertas y decirle, como Abrahán: “Aquí estoy”.
E.V. Giró