La escuela de la vida de Jesús

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Christoph Schönborn.
Herder Editorial, 2014, 165 pp.

La base de este libro fue la catequesis que el autor impartió en su diócesis de Viena durante los años 2011-2012.  Trata fundamentalmente sobre el discipulado cristiano a partir de la conversión al Señor, pero el significado de conversión no es el mismo para un católico que para un protestante. En este último, la conversión consiste en una entrega a Cristo en arrepentimiento y fe con un cambio total de vida. En el catolicismo como los bautizados ya se consideran cristianos, consiste, como en este libro, en una renovación del discipulado y seguimiento de Jesús. Sigue este camino en nueve etapas. En la primera se manifiesta la condición para el discipulado: la fe en Cristo. La segunda presenta el llamamiento. La tercera, es la escuela de la oración. La cuarta es denominada la carta magna del buen cristiano: el sermón del monte. La quinta se refiere al pecado. La sexta se centra en la cruz. La séptima está dedicada al testimonio de Cristo. La octava a la predicación del evangelio y la última es la recompensa de la vida eterna. Desde nuestra perspectiva, hubiéramos cambiado el orden de las etapas y no pondríamos a la vida eterna como recompensa, sino como una gracia inmerecida.

De estas etapas queremos resaltar la que trata de la oración, aunque Schönborn la entienda como rezo, que no es lo mismo. Sin embargo, si pasamos por alto esta diferencia semántica y espiritual, su exposición está bien fundamentada en las Escrituras. Hay una frase que podríamos suscribir también los evangélicos: “Nosotros oramos al Padre a través de Jesucristo en el Espíritu Santo”. Aunque lo que sigue ya no está en conformidad con  el NT. Pero es importante que subraye el carácter trinitario de la oración.

Schönborn es dominico, cardenal arzobispo de Viena y presidente de la Conferencia episcopal de Austria. Discípulo de Joseph Ratzinger, fue uno de los candidatos a suceder a Benedicto XVI cuando este abandonó la silla papal y fue elegido Jorge Mario Bergoglio, el actual papa Francisco.

En el libro hay una referencia a una antigua traducción que vertió Hades por infierno, lo que sin duda fue un error por falta de conocimiento sobre el significado de Hades o región de los muertos. El autor solo hace una acotación mencionando la frase “las puertas del infierno” (Mt. 16:18) de dicha versión que no cita por nombre y parece estar de acuerdo con ella, pues él se refiere al Hades como las potencias del submundo, pero más que una potencia es un lugar provisional hasta la resurrección. Parece incomprensible que haya teólogos, tanto católicos como protestantes, que se empeñen en identificar el Hades del estado intermedio con la Gehenna del estado eterno.

Reconocemos que el libro está bien fundamentado en las Escrituras y es bueno que un arzobispo católico tenga tanta devoción por la palabra de Dios. Se puede decir que sigue la interpretación que hace su maestro Ratzinger en la obra Jesús de Nazaret, cuando expone el sermón del monte. Sin embargo, hay excepciones, como por ejemplo, cuando interpreta lo que es el pecado guiado por el dogma católico y no por las Escrituras.

Evidentemente, discrepamos con la  última frase del libro, donde el autor invita a los lectores a rezar a san Dimas, supuesto nombre del ladrón que fue crucificado al lado de Jesús y que recibió la promesa del Señor de que estaría con  él aquel mismo día en el paraíso, para que los lectores alcancen la meta del discipulado.

Pedro Puigvert

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