José Moreno Berrocal y Ángel Romera Valero.
CECLAM. 2017, 321 pp.
El subtítulo define las características principales del personaje: Primer cervantista manchego y primer periodista protestante español. Un libro escrito por un manchego y un andaluz nacido en el límite entre ambas comunidades que vive y trabaja en La Mancha.
Es cierto que de los tres grandes de la llamada segunda Reforma en España, Calderón sea el menos conocido y de ahí que este libro venga a hacer justicia con un siervo de Dios, dando a conocer su persona, su vida y su obra. La figura de este manchego ha sido descrita por los autores como un “alma atormentada que pasó del ateísmo al protestantismo, donde encontró la paz que buscaba y el sentido de su vida”.
Después de una breve introducción, el libro se compone de cinco capítulos, en que el primero relata la vida del ilustre protestante manchego desde su nacimiento ocurrido en 1791, hasta su muerte acaecida en 1854. El segundo es un análisis de su labor literaria en que abundan las obras sobre gramática española, sobre 115 pasajes del Quijote, y cartas. Parte de su obra está escrita en francés porque estuvo enseñando en Francia y en donde se convirtió al Señor. También escribió en bastantes revistas y una autobiografía. El tercero analiza su obra teológica, lo que para nosotros tiene una importancia capital. Si tenemos en cuenta que había estudiado teología cuando ingresó en la Orden franciscana, aunque él dice que fue para “saber e instruirse”. A pesar de algunas reticencias llegó a ordenarse sacerdote, aunque más adelante colgó los hábitos, mucho antes de su conversión al evangelio. Después de su conversión encaminará su trayectoria intelectual a proveer por un lado una alternativa bíblica al catolicismo y, por otro, al escepticismo de su época. Es interesante observar su interés en argumentar a favor de la fe evangélica a partir de las posiciones mantenidas por la Alianza Evangélica. Se identificó plenamente con los principios de la Reforma protestante del siglo XVI. Decía Calderón que “la iglesia de Roma es católica porque adopta las prácticas universales del paganismo”. Nuestro teólogo manchego estuvo involucrado en revisiones y traducciones de las Escrituras: en la revisión de la Biblia de Torres Amat; también completó la revisión del NT que apareció con el título El Nuevo Testamento de Nuestro Señor JesuCristo. Asimismo, apareció una edición de la Vulgata latina en castellano revisada también por Calderón. Lo más destacable fue su intervención en la nueva traducción del NT que denominó Las escrituras del Nuevo Pacto, una traducción del original griego que no pudo concluir porque le sorprendió la muerte, pero fue completada por Lucena y Norton. Creía en la inspiración de las Sagradas Escrituras, las cuales son divino-humanas, la perfecta revelación de Dios. Asimismo, en su credibilidad en los milagros y en el testimonio interno del Espíritu Santo. Calderón fue también un consumado apologeta como se pone en evidencia en su crítica a la obra de Jaime Balmes, pero no solo esto sino que se enfrentó con el escepticismo de su tiempo.
Mientras, el capítulo cuatro está dedicado a la bibliografía del escritor y sobre él. Más abundante la segunda que la primera. El último capítulo recoge algunos textos de Calderón, como por ejemplo su réplica a un periódico de Madrid que publicó un artículo sobre aspectos de su biografía que eran erróneos. De muy interesante podemos calificar la autobiografía en que, como era de esperar, narra todo el proceso de su conversión al Señor. También los textos apologéticos son excelentes en donde pone al descubierto los errores del catolicismo y afirma la verdad del evangelio de manera clara y contundente. Como cervantista, corrige los comentarios que el señor Clemencín hizo sobre algunos pasajes del Quijote. El libro incluye numerosas y amplias notas a pie de página que no son solo aclaratorias, sino expositivas.
Pedro Puigvert