Heretges, Perseguits i Excomunicats

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heretgesLluís Busquets i Grabulosa.
Edicions SLU, PROA, 2015,  575 pp.

El subtítulo complementa perfectamente el título: La cara oculta de la historia de la Iglesia, en la intención del autor, porque aquellas cosas que narra   han estado ocultas en algunos periodos de la historia, pero no en la actualidad ya que es conocido al menos por aquellos que nos hemos preocupado por saberlo. En principio, en un libro de historia, para ser consecuente, al término Iglesia le faltan el apellido católico y romano, que es la que ha perseguido a los herejes, según su criterio, y cuando ha podido les ha dado muerte. De todas formas, Busquets es coherente, cuando se plantea, como autor de este libro “que a menudo las personas se encuentran divididas entre la fidelidad a su propia conciencia y la fidelidad al grupo o institución a la que se pertenece”. Sin tapujos de ningún tipo, afirma que “a menudo la Iglesia jerárquica ha caído en herejías y que desde el punto de vista epistemológico hay muchas otras herejías más allá de las que la Iglesia haya podido señalar como tales, hacia dentro y hacia fuera de ella misma”.  Busquets es Doctor en Filología Catalana, licenciado en Filología hispánica, Teología (Roma), Filosofía (Roma) y Ciencias de la Información. Diplomado en Cinema (Italia) escritor, profesor y periodista.

Esta obra se originó en un curso que preparó con el Dr. Jaume Botey, profesor de historia de la UAB, y ofreció en la sede de Barcelona de “Cristianismo y Justicia”. Se le ocurrió ofrecer su ayuda al Dr. Botey, el cual tenía en mente escribir un libro sobre el tema, pero al final resultó que su participación fue mayor que la del ayudado. Por otra parte, escribió una carta al papa Benedicto XVI, diciéndole lo que creía sobre la iglesia católica, pero no recibió respuesta. Publicada en forma de libro lleva por título “Carta al Papa de un creyente crítico”, el cual envió al papa actual Francisco. Esta vez sí ha recibido el agradecimiento de la Nunciatura. A raíz de dicho texto, recibió el calor de muchas personas, incluidos sacerdotes, y gracias a ellos ha escrito este libro que nunca había pensado en escribir. Cuando en la introducción se refiere a la herejía y la apostasía se pregunta por la autoridad para determinar lo que es herejía y fiel a su concepto confesional, la ortodoxia la define la jerarquía del catolicismo, lo que critica, pero no encuentra una autoridad que sea normativa fuera de esta. Desde el protestantismo decimos que la autoridad se encuentra en las Sagradas Escrituras, porque Cristo dijo yo soy la verdad y en la oración sacerdotal, Jesús afirma: santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad. El Verbo humanado es la verdad y él mismo lo ha confirmado con su palabra.

El libro cuenta la historia a partir de las primeras comunidades, pero el hilo que sigue de los primeros tiempos es el de las hipótesis del liberalismo, colocando la fecha de los escritos del NT lo más alejados posible de la fecha tradicional. Por ejemplo, el evangelio de Marcos lo sitúa después de la caída de Jerusalén, cuando a partir de la datación del 7Q5, antes que O’Callaghan descubriera que pertenecía a Marcos, ya fue fechado en el año 50 d.C. como máximo. Las cartas pastorales, con 2 y 3 de Juan y 2 Pedro las envía a una época en que sus autores ya habían muerto. Tenemos que manifestar nuestra total discrepancia con el tratamiento que da a la formación del canon con una melange impresionante que cualquier persona que no esté impuesta en estos temas se confundirá. Hay una idea que sobrevuela sobre la historia de los primeros siglos y aun sobre las Escrituras del NT: sus textos han sido manipulados y las desviaciones doctrinales no eran tales, sino que así las consideraba la jerarquía para poder quitarse de encima a los disidentes. Considera que el libro de los Hechos es una mitificación de la historia formulada por Lucas. Los dos primeros capítulos y parte del tercero, es una reformulación de la historia que ha hecho Busquets, en línea con ciertas corrientes de pensamiento contemporáneas que son meras teorías, que aquí no tenemos espacio para refutarlas una por una. Sin embargo, en medio de la exposición de esta época, podemos encontrar valiosa información sobre aquellas personas y movimientos que surgieron en el seno de la Iglesia Antigua que en muchos casos se desviaron de la verdad bíblica, pero en otros no, porque el error se hallaba precisamente en la iglesia institucionalizada. Estamos de acuerdo en que fueron reprimidos en la mayoría de los casos de manera anticristiana. Si creemos que los primeros cristianos usaban el AT mientras se formaba el canon del NT y seguían la doctrina de los apóstoles que recibieron la promesa de Cristo que les recordaría lo que les había dicho, les enseñaría todas las cosas y les haría saber las cosas que habrán de venir (Jn. 14:26, 16:13), el fruto de todo ello es el NT. ¿Qué hacemos con aquellos que niegan o tuercen estas enseñanzas? En principio no podremos tener comunión y tendrá que haber separación. En los primeros cuatro concilios se trataron asuntos doctrinales y que gracias a las discusiones se pudo llegar a una definición de doctrinas tan fundamentales como la cristología. Pero Busquets no parece aceptar esto, sino todo lo contrario. Una respuesta clara del asunto la tiene José Grau en su obra Catolicismo Romano, Orígenes y Desarrollo: “La tolerancia y la comprensión son, desde luego, mejores actitudes que la polémica. Pero no deben divorciarse de las sagradas obligaciones que pesan sobre todo cristiano fiel. Y una de estas obligaciones es el deber de combatir el error en cualquier forma que aparezca, y defender la verdad en todos los terrenos. Los escritos apostólicos no solo proclaman la verdad sino que denuncian el error. Siguiendo su ejemplo, los llamados Padres de la Iglesia hicieron otro tanto”.

Como creyente católico, Busquets sigue el error de su iglesia de convertir a los obispos de Roma en papas, antes de que existiera el papado como institución. Sin embargo, reconoce que con Gregorio I (siglo VI) empieza el papado monocrático, por tanto, los anteriores obispos de Roma no eran papas tal como conocemos la institución papal. Hay otro tema del que tenemos que discrepar: pone un mismo saco a los grupos o comunidades diferenciadas o disidentes, cuando la verdad es que las diferencias doctrinales entre ellas son enormes. Por ejemplo, colocar a los valdenses en el mismo grupo que los paulicianos, los bogomilos y los cátaros es un error. Los valdenses fueron un movimiento reformador antes de la Reforma y se adhirieron a ella en el siglo XVI. Por otro lado, dice que los cátaros no eran gnósticos, lo que no es cierto. Se ve que no ha examinado sus doctrinas a fondo y deja de mencionar, en el resumen que hace, precisamente aquellas que lo demuestran, aparte de que eran también maniqueos.

En líneas generales su tratamiento de la Reforma protestante es correcto con alguna matización, salvo en el punto que tropiezan la mayoría de intelectuales españoles y también algunos protestantes despistados: atribuir a Calvino la muerte de Servet. Si alguna vez se toma el trabajo de leer las actas del proceso a Servet, como debería haber hecho, en tanto que historiador, se dará cuenta que Calvino no intervino en su condena, porque en aquellos días quienes gobernaban la ciudad del lago Leman, eran los adversarios de Calvino y querían demostrar que ostentaban el poder. En las dos páginas y algo más, dedicadas a Servet, hay errores y lagunas. Nos extraña que al exponer el tema de la Inquisición no haga ninguna referencia a la persecución de los protestantes españoles que fueron quemados por herejes en el siglo XVI.  Otra cuestión a tener en cuenta, es que se hace eco de la llegaba a Ginebra de muchas personas que huían de sus países a causa de la persecución religiosa (en realidad solo menciona Escocia y Francia), pero omite a los reformistas españoles que incluso formaron una comunidad en Ginebra. Encontramos   que en un par de ocasiones escribe “luteranos o evangélicos”, pero si bien es cierto que la iglesia luterana se denomina evangélica (Evangelische Gemeinde o Kirhe EKD), se puede confundir con las Iglesias Evangélicas actuales que no son luteranas, sino que surgieron de los avivamientos del siglo XIX como un movimiento de renovación dentro de las iglesias reformadas o como iglesias libres, que mantienen los principios de la Reforma. Cuando se refiere al milenarismo, dice que “tuvo y tiene todavía seguidores entre algunas sectas reformadas”, lo que está mal expresado. Cita los adventistas, mormones y testigos de Jehová, que sí son sectas pero el pietismo fue un movimiento renovador dentro de las iglesias reformadas, no una secta. Le falta decir que el milenarismo en su forma actual premilenarista está presente en algunas iglesias evangélicas.

Sigue con el absolutismo, la revolución francesa y el siglo XX. Termina con un epílogo escrito por el conocido teólogo jesuita José Ignacio González Faus. Se agradece la confección de 111 cuadros resumen o con información complementaria, porque así es más útil como libro de consulta. Reconocemos el gran trabajo que ha realizado para la confección de este libro, aunque no estemos de acuerdo con él en algunas de sus conclusiones. Su tono periodístico y muy bien escrito, ayuda a leerlo y será provechoso para iniciarse en el estudio de la historia del cristianismo desde la perspectiva de contar tanto lo bueno como lo malo según su criterio selectivo.

Pedro Puigvert

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