Simone Pacot.
Narcea S.A. Ediciones, 2017, 212 pp.
La editorial Narcea fue creada por un grupo de profesionales de la enseñanza, expertos en pedagogía y humanidades que tuvieron el deseo de hacer caminar la educación hacia cotas más altas. Entre las diversas líneas editoriales tiene la de espiritualidad en sus diversas formas, aunque prevalece la cristiana y dentro de ella mayormente la católica y precisamente este libro pertenece a una colección que lleva el mismo nombre. El subtítulo de la obra viene a definir su contenido: Aceptar los límites y curar las heridas. Simone Pacot, nació en Marruecos donde ejerció como abogada, actualmente es abogada honoraria del Tribunal de Apelación de París. Desde hace muchos años anima sesiones de sanación interior desde las profundidades del corazón con el equipo francés de la asociación Bethasda. El prólogo es un relato de su experiencia personal y que sitúa al lector en el trasfondo del libro. Pertenecía a una familia católica que en su infancia y adolescencia no era practicante. Hacia los 9 años y luego a los 14 vivió unas etapas importantes de la fe, en que de alguna manera encontró a Cristo. Con el paso de los años tuvo una crisis interior que no podía resolver con la oración. Pidió consejo a un sacerdote y entonces fue cuando descubrió la dimensión psicológica de su vida. Posteriormente asistió a un seminario que impartía un matrimonio de la Iglesia Episcopal de USA (anglicana) sobre la curación interior. Ahí descubrió la articulación entre los planos psicológico y espiritual. Años más tarde, la priora de una comunidad monástica ecuménica en Suiza de diaconisas reformadas y monjas católicas, anglicanas y ortodoxas que se rige por la Regla de Taizé, le pidió afianzar estas enseñanzas de curación interior, de evangelización de sus profundidades. Ahora realizan un ciclo anual de tres sesiones que organizan en Francia y en Suiza.
El libro está constituido por una introducción y de los siguientes capítulos: Abrirse al Espíritu; Heridas; ¿Cómo nos restaura Dios?; El perdón. De la introducción nos sorprende su concepción de la constitución del ser humano que es tricotomista y lo explica así: “el espíritu o el corazón profundo, el alma o la psique y el cuerpo”. Identifica el corazón profundo, como el lugar más íntimo, el corazón del corazón, “del que nos habla la Biblia” (¿?), no es el sentimiento, sino el lugar de encuentro con Dios. La psique son las emociones, la afectividad, los sentimientos, la inteligencia, nuestra relación con nosotros mismos y con el otro. El cuerpo incluye todo el plan físico o biológico. Sin embargo, las Escrituras se refieren tanto al espíritu como al alma como a la parte inmaterial del hombre que piensa, decide, siente, ora, adora y puede existir independientemente del cuerpo al morir y no como elementos diferentes. Un estudio de los pasajes en donde aparecen ambos términos pone de relieve que alma y espíritu son términos intercambiables. Por otro lado, su interpretación de pasajes como Ap. 3:20 es errónea ya que todo lo “subjetiviza” y no se da cuenta que en este texto se trata de la iglesia.
Aunque puede parecer una mera cuestión tipográfica, sin embargo tiene su importancia. Pone “hijo de Dios” con relación a Jesús en lugar de escribirlo en mayúscula, donde no habría duda de a quien se refiere. Si Jesús es hijo de Dios como cualquier creyente, ¿qué valor tiene su muerte en la cruz. Además niega el carácter redentor de la obra de Cristo y dice que lo único que redime es el amor, idea que ya hemos oído de parte de algunos desde hace siglos (cf. Abelardo). La autora menciona mucho al Espíritu Santo porque su obra la hace en el creyente, pero todo esto es a expensas de la obra objetiva de Cristo que hizo fuera de nosotros, mientras que el Espíritu la hace en nosotros de manera subjetiva, pero sobre la base de la obra realizada por Cristo. Este es otro libro de auto ayuda basado en la experiencia de vida de la autora apoyada en versículos de la Biblia a los que da el sentido que le interesa sin contextualizarlos. ¿Es soberano el Espíritu Santo? Dice: “Vivir dentro, por el Espíritu, hasta lo más profundo de nosotros mismos, es una experiencia que depende de nosotros, pues él está siempre dispuesto a actuar”. Parece que no es soberano, pues su actuación depende de nosotros, según la señora Pacot. Concluye instando a poner en práctica sus teorías.
Pedro Puigvert
Excelente