Montse de Paz.
Editorial Desclée de Brouwer, 2019. 309 pp.
La autora ha publicado varios libros de autoayuda, pero afirma que “hace tiempo que pienso que la Biblia es el mejor libro de autoayuda que existe”. Declara que se ha reencontrado con la Biblia y ha descubierto que difícilmente encontrará mejores textos y mejor ayuda espiritual para crecer como persona que esta fascinante biblioteca antigua. Aunque en el subtítulo se refiere a la Biblia, en este libro se centra en el Antiguo Testamento. Su objetivo es que este libro no quiere ser un libro de autoayuda más, aunque termine siéndolo. De manera muy original traza un paralelo entre la historia de Israel y la trayectoria vital de cualquier ser humano. Las etapas son: infancia, adolescencia, joven adultez, el apogeo, la crisis de la media vida y la madurez. No pretende interpretar el AT, aunque forzosamente la lectura debe conducirle a la interpretación si quiere entenderla, sino que simplemente quiere escribir sus reflexiones, muy subjetivas y quizás más apasionadas que rigurosas de cuanto le sugiere la lectura de la primera parte de la Biblia de acuerdo con el programa que se ha propuesto. Se agradece su sinceridad al mencionar que no busca el rigor exegético.
Montse de Paz, es licenciada en Filología Inglesa. Ha publicado libros de espiritualidad, autoayuda y novelas. Recibió el Premio Minotauro por una de sus novelas. Es co-fundadora y co-directora de la Fundación Arsis, una entidad de carácter social. Es voluntaria en la parroquia de san Félix Africano, en Barcelona.
Como es natural empieza por el libro de Génesis, que se puede asociar con la infancia. A pesar de lo dicho más arriba, no creemos que sus reflexiones sobre Génesis le hayan llevado de un concepto evolucionista de la religión politeísta hacia una reacción interna que a través de la experiencia mística de algunos israelitas los apartó del politeísmo y les llevó a la fe en Yahweh, sin ninguna revelación objetiva de parte de Dios, sino que ha recibido la influencia del racionalismo para escribir esto. Sabemos que cuando leemos la Biblia no lo hacemos con una mente en blanco, sino que hemos acumulado conocimientos y experiencias que influyen en su comprensión. Y eso es lo que le ocurre a la autora con relación a la biología evolutiva. Media un abismo entre la cosmogonía babilónica y la narración de la creación de Génesis y, por otro lado, la evolución no deja de ser una teoría aunque lleve la marca de científica. Con relación a Gn. 3, describe muy bien las consecuencias del pecado, sin mencionar el término, pero pasa por alto el origen del pecado, lo que deja sin base a los resultados. De ahí pasa a la creación del pueblo de Israel con su salida de Egipto, a partir de la historia de Abraham que compara con la infancia. Luego viene la adolescencia que empieza con el Éxodo y Moisés, al que llama el niño adoptado, pero considera que el episodio de su rescate de las aguas del Nilo es un mito. La etapa de la joven adultez la compara con los libros históricos a partir de Josué hasta Crónicas, pero para de Paz “son relatos entre históricos y legendarios”. En este tiempo surgen los profetas, unos personajes incómodos. Dice verdad cuando escribe: “meten miedo, y no porque presagien un futuro negro, sino porque denuncian los males del presente”. De los exilios asirio y babilónico obtiene, por analogía, la etapa de la crisis de la media vida. En el trasfondo coloca el libro de Lamentaciones, partes de Isaías y Ezequiel. Y llegamos a la etapa de la madurez tipificada por la restauración con el retorno del exilio en base al libro histórico de Esdras. Además, coloca también en esta etapa los Salmos, Job, Eclesiastés, Proverbios, los apócrifos del segundo canon en las versiones católicas; lo que llama novelas ejemplares: Rut y Ester y los apócrifos Tobías y Judit. Por último, el Cantar de los Cantares. La reflexión sobre este es breve, explicando lo que es el amor en sus diferentes aspectos, primero de manera negativa y luego el amor en acción; el amor entre un hombre y una mujer o sea el amor sensual; el amor de amistad. Pero en ninguno de los casos hace referencia a ágape, eros o philia, aunque lo describe perfectamente sin necesidad de usar estas palabras griegas. Aplica así, Cantares: “Nuestros cuerpos son instrumentos de la música divina. Por ello son bellos, son amables y sensibles. Rebosan de placer y esparcen alegría. Vibran con la caricia, con el susurro, con el beso ardiente”. Tocar y ser tocado es indispensable para el amor.
En suma, un libro diferente, muy bien escrito. Si por este camino atrae lectores de la Biblia, bienvenido sea.
Pedro Puigvert