Deléitate en Dios

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A.W. Tozer. (compilado y editado por James L. Snyder)
Editorial Portavoz, Grand Rapids, Michigan, EE.UU. 2017. 190 págs.

Al autor A.W. Tozer lo descubrimos en castellano, hace bastantes años, por la traducción de su obra: LA BÚSQUEDA DE DIOS, que algunos predicadores argentinos nos recomendaban y que ellos traían algún que otro ejemplar.

A.W. Tozer (1897-1963) empezó su búsqueda de Dios, que duró toda su vida, a la edad de 17 años, después de escuchar a un predicador en las calles de Akron, Ohio. Tozer, teólogo autodidacta, fue también pastor, escritor y editor, y su uso poderoso de la palabra sigue cautivando el intelecto y el alma del creyente moderno. Escribió más de cuarenta libros. La Búsqueda de Dios y El conocimiento del Dios santo se consideran clásicos modernos de la literatura devocional.

James L. Snyder es un galardonado autor cuyos escritos han aparecido en más de 80 publicaciones periódicas y 15 libros. Se le reconoce como una autoridad en la vida y el ministerio de A.W. Tozer, y recibió un título honorífico de Doctor en Letras del Trinity College (Florida). Gracias a su profundo conocimiento de Tozer, los herederos del escritor concedieron a James el derecho de publicar nuevos libros extraídos de más de 400 cintas de audio inéditas.

De la introducción extraemos unos párrafos: “La gran pasión del corazón y el ministerio de Tozer era Dios. No predicaba o escribía para todo el mundo, sino, concretamente, para quienes tenían un corazón para Dios. Buscaba a ese remanente que sintiera tal pasión por Dios que continuase con el ministerio que Dios le había confiado a él. Dedicó los últimos años de su vida a predicar acerca de Dios. Lo interesante de este estudio es el hecho de que, según dice el Dr. Tozer, lo que pensamos de Dios afecta a todos los aspectos de nuestras vidas. A menudo decía que es posible adivinar el futuro de una persona si entendemos su percepción de Dios. Meditar en los himnos hará que nuestro corazón aprenda a apreciar a Dios. El Dr. Tozer advertía que no podemos pasar rápidamente por un himno y sacar provecho de él. Pasa tiempo con un himno y deja que penetre en tu alma”.

Todos los capítulos están iniciados por una oración, tomemos por ejemplo la del primero: “¡Oh Dios, mi corazón clama por ti como lo hizo el de David hace tanto tiempo! Anhelo conocerte con toda la belleza de tu revelación, y en toda tu perfección. Es posible que el camino que lleva a tu corazón sea difícil y traicionero, pero puedo soportar las dificultades siempre que descubra en ellas la plenitud de tu corazón y de tu naturaleza. Amén”. Luego sigue la exposición del tema y termina con un himno, con especial predilección por himnos clásicos, por su rico contenido teológico, a ellos se refiere así: “¡Ah, el ejército de los dulces cantores! Estaba Isaac Watts, un hombrecillo con el que nadie quiso casarse porque era muy hogareño, pero escribía himnos, ¡y vaya himnos que escribía! Si meditas en un himno de Isaac Watts conseguirás acercarte más a la presencia de Dios que con cualquier himno moderno. También estaba Nicolaus Zinzendorf, contable y empresario de éxito, que se convirtió de una forma maravillosa en la iglesia morava. Luego fue líder de esa iglesia y, durante su ministerio, se produjo un gran avivamiento. Algunos de sus himnos fueron “Jesús, el Señor, nuestra justicia”, “Oh ven, Cordero de Dios herido”, “Jesús, tu sangre y tu justicia” y “Jesús, sigue guiándonos”. ¡Ah, y que himnos!

Luego hubo hombres como Charles Wesley, Isaac Newton, William Cowper (“Hay una fuente de sangre llena”), James Montgomery, Bernardo de Cluny y Bernardo de Claraval. La lista de los dulces cantores de Dios sigue y sigue... En nuestras iglesias no deberíamos tolerar algunas de las sandeces que cantamos hoy día. Nuestros himnos son demasiado frívolos, carentes de sentido, y no ofrecen a Dios lo que él merece. Esta decadencia trágica e inquietante en el estado espiritual de la Iglesia se ha producido porque hemos olvidado qué tipo de Dios es nuestro Dios. A menos que consigamos saber cómo es Dios, a menos que le conozcamos, aceptaremos todas las tonterías espirituales que hoy pasan por ser cristianismo. Nuestra percepción de Dios determina nuestra percepción de la alabanza”.

Con este perfil de reflexiones desarrolla unas cuantas de las  pérdidas de la iglesia actual, y sobre un tema personal importantísimo nos dice: “Fue George Müller quien observó que tenía tantas cosas que hacer que no se podía permitir invertir menos de cuatro horas diarias en la oración. Aquí tenemos a un hombre que entendía el espacio que debe ocupar la oración. Nosotros diríamos que tenemos tantas cosas pendientes que no podemos permitirnos dedicar tiempo a la oración. Comparemos nuestras vidas con la de George Müller, y veamos quién tiene de verdad el mejor concepto de lo que es la oración. Cuando Jesús murió en la cruz, resucitó de la tumba al tercer día, ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios Padre, nos abrió el acceso hasta el mismo oído de Dios. No estoy seguro de que los cristianos sean conscientes de la dinámica de este acceso. Ahora podemos llegar al oído del Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Cuando reflexiono y medito sobre mi relación con Dios, me siento humillado”.

Como se puede apreciar en los cortos fragmentos seleccionados (por la brevedad del espacio), este no es un libro para leer de carrerilla, se debe reflexionar sobre muchos de los puntos desarrollados, y aun diría releerlo como mínimo una vez al año.

E.V. Giró

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