La centralidad de Jesucristo

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(Lc. 24:24-27)

Seguramente, los más jóvenes no conocen el libro de Giffith Thomas “El cristianismo es Cristo”, un axioma que puede parecer obvio, pero no por ello deja de ser relevante. El autor argumenta que si a cualquier religión se la desvincula de su fundador no se altera nada, pero no ocurre así en el cristianismo porque está ligado a Cristo de un modo tan indisoluble, que nuestra visión de la persona de Cristo comporta y determina nuestra visión del cristianismo. Por eso desde que Jesús vino a este mundo su persona recibió todo tipo de ataques, empezando por los dirigentes religiosos. Después, en la iglesia surgieron los anticristos que “no eran de nosotros” como dice Juan, negando tanto su divinidad como su humanidad hasta el día de hoy. Y están ocurriendo más cosas, como por ejemplo, que la mediática monja benedictina barcelonesa Teresa Forcades haya escrito un artículo en que parafraseando a André Malraux y Karl Rahner, ha dicho que “en el siglo XXI la experiencia cristiana será mariana o no será y lo defiende sobre la base de cuatro dogmas marianos, desplazando a Cristo de su centralidad para hacerla recaer en María. Ya sabemos que en España el catolicismo es marianismo antes que cristianismo en cuanto a la religiosidad popular, pero que una intelectual se apunte también es inaudito. Para rematar, hace unos años se hizo pública la traducción de un trozo de papiro escrito en copto del tamaño de una tarjeta de crédito en que puede leerse la frase “dijo Jesús, mi esposa” y hasta periódicos serios titularon con grandes letras: “Jesús estaba casado”, cuando la teóloga Karen King que lo tradujo dijo que estas palabras no prueban que Jesús estuviera casado. Esto es así porque la conjetura no es nueva (cf. Ev. de Tomás) y además lo más seguro es que formaba parte de un evangelio apócrifo de origen gnóstico del siglo II en donde esta frase se refiere a la iglesia, como en Efesios o Apocalipsis. Pero la cuestión es atacar la figura de Jesús y convertirlo en un simple ser humano, eso sí de gran capacidad espiritual.

1. La centralidad de Jesucristo en la Biblia (Lc. 24:24-27) El texto que encabeza este escrito corresponde al más sensacional estudio bíblico que el Cristo resucitado hizo a dos discípulos, mostrándoles por las Escrituras lo que enseñan sobre su persona y su obra, hablándoles de sus padecimientos y de su gloria. Empieza por el Pentateuco cuya autoría atribuye a Moisés, quizás con las instituciones del culto, sobre todo los sacrificios que apuntaban figuradamente a su obra redentora. Siguió por los profetas nebhiim que incluía también los libros históricos de Josué, Jueces, Samuel y Reyes y por el resto que los judíos llamaban “los escritos” kethubhim, según la mención del v. 44.Les enseñaría seguramente lo que decían de su origen, su familia, nacimiento y lugar donde nació y residió; sobre su ministerio que incluía la predicación de la buena nueva y la sanidad de los enfermos, de su muerte y de su resurrección (Isaías), algo que ellos dudaban aunque habían recibido el testimonio de las mujeres. Su centralidad en toda la Biblia es indudable.

2. La centralidad de Jesucristo en la teología Como hemos señalado en la introducción, ya desde el primer siglo hubo herejías que negaban su encarnación o su divinidad. Eso fue en aumento en los siglos siguientes, con el gnosticismo, lo que obligó a la Iglesia a reflexionar y elaborar una cristología que refutase estos errores y que se discutió en los concilios llamados ecuménicos, condenando primero a los arrianos y luego a los monarquianos, pero a veces las reacciones cayeron en extremos como por ejemplo, Apolinario y Nestorio que tomaron sus claves de la filosofía de Aristóteles, produciéndose el debate sobre las naturalezas. Todo esto trajo en jaque a la Iglesia durante varios siglos y estas mismas herejías se han reproducido a lo largo de la historia. Incluso tenemos el honor de haber dado nombre a una herejía, el adopcionismo, que se conoce también como herejía española. Más próximo a nosotros surgió la teoría kenótica que despoja a Cristo de sus atributos y lo deja como un simple hombre y en esta misma línea tenemos la tendencia surgida en el siglo XIX que sostiene que Cristo adoptó una naturaleza humana caída porque dice que de no ser así no hubiera sido plenamente humano. El que empezó a expresar esta herejía fue el teólogo escocés Edward Irving que es conocido también por haber adoptado la escatología futurista del jesuita Lacunza que fue recibida por algunas iglesias y movimientos evangélicos. Sin embargo, esta doctrina es errónea, pues Jesús fue tentado, pero sin pecar (He. 4:15). Fue santo, inocente e inmaculado (He. 7:26) y podía decir a sus adversarios: “¿Quién de vosotros puede probar que soy culpable de pecado? (Jn. 8:46). El debate de los últimos quince años se concentra en la relación entre Jesucristo y el Espíritu Santo. Por eso debemos estar atentos a estas cosas y ver por las Escrituras como es Cristo realmente.

3. La centralidad de Cristo en la predicación El ministerio de la Iglesia es básicamente kerygmático, aunque en la actualidad ha decaído a favor de otras formas que lo han arrinconado. Si a esto añadimos que mucha predicación ya no es bibliocéntrica, igualmente se resiente la proclamación de la persona y obra de Cristo. Después de la enseñanza en el camino a Emaús, Jesús se presentó vivo a los suyos y les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras y les mandó que predicasen el evangelio que consiste en el anuncio de su obra redentora. La pobreza cristológica actual en todos los ámbitos, incluidas nuestras iglesias, es notoria, cuando escuchamos las oraciones que se elevan al Señor, en que a veces se dicen auténticos disparates y eso debido a que falta enseñanza cristológica desde el púlpito.

Conclusión Ciertamente el cristianismo es Cristo cuya centralidad en la Biblia está fuera de toda duda. El ejemplo de Jesús que hemos considerado es todo un modelo para nosotros. En el mismo sentido, cuando examinamos los sermones de Pedro o de Pablo, vemos que el núcleo central de su mensaje es cristológico. Hace años entré en una librería religiosa y pregunté por los libros sobre cristología y me enseñaron una estantería con una decena de títulos. Afortunadamente, en la actualidad tenemos abundancia. Debemos buscar la centralidad de Cristo en la Biblia y reflexionar teológicamente sobre su persona y obra, además de hacerlo objeto principal de nuestra predicación, porque en este siglo XXI nuestra fe será cristocéntrica o no será.

Pedro Puigvert