La aparición de Cristo resucitado

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Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón (Evangelio de Lucas 24:34-49)

Ningún ser humano presenció la resurrección de Jesús. María le vio cuando ya había resucitado, apareció a Pedro y este y Juan contemplaron la tumba vacía; los dos discípulos a los que se acercó el Señor en el camino a Emaús lo conocieron cuando partió el pan en la mesa. En el relato del evangelio de Lucas, Jesús aparece a todos los que estaban reunidos en un mismo lugar mientras escuchaban el testimonio de Cleofas y su compañero. Este texto no solo es importante por este hecho, sino porque relata el cumplimiento de su obra redentora según las Escrituras y la comisión que Jesús dejó a su Iglesia.

El temor de los discípulos ante la aparición
Mientras los dos discípulos terminaban de contar a los demás su encuentro con el Señor y cómo le habían conocido, Cristo se paró en medio de ellos apareciéndose de manera repentina. Podemos imaginar la escena: estaban hablando de algo que les costaba creer y de golpe se hizo realidad allí mismo. La frase se puso en medio de ellos implica un suceso extraordinario, sobrenatural. Por eso no es de extrañar que se espantaran pensando que veían un espíritu, es decir, alguien con apariencia humana o un fantasma. Jesús se encarga de hacerles ver que sus temores provienen de sus pensamientos o de la imaginación de su corazón. Para demostrarlo les declara abiertamente que es el mismo que ellos conocían con el que habían estado conviviendo durante tres años, un extremo que podían comprobar por las señales de su crucifixión en las manos y los pies, invitándoles a tocarlas a fin de cerciorarse y convencerse que no estaban delante de un espíritu, porque obviamente un espíritu es invisible e intangible y él tenía carne y huesos. Esta referencia a las manos y a los pies es una constatación que Jesús fue crucificado en el instrumento de muerte llamado crux immissa que estaba formada por un palo horizontal y otro vertical. Decimos eso porque algunos niegan que Jesús fuera crucificado en este aparato de suplicio, suponiendo que solo le habían atado las manos a un madero vertical. Al constatar que se trataba de Jesús se llenaron de gozo, un sentimiento que sigue a la tristeza y el temor, pero todavía se mantenía en ellos la turbación por el sobresalto con que acogieron la presencia de Jesús, que unido al gozo les impide creer, un fenómeno muy natural si tenemos en cuenta la experiencia vivida. De ahí que Jesús les diera una nueva prueba pidiéndoles alimentos y le ofrecieron una parte de un pez asado y tomándolo se lo comió delante de ellos. Sin embargo, aunque Jesús mostró que podía comer con el cuerpo glorificado, en realidad no será necesario que lo hagamos nosotros según 1 Co. 6:13: porque tanto el vientre como las viandas serán destruidas por Dios en la resurrección del cuerpo, es decir serán innecesarias en el estado eterno, como lo será también el matrimonio.

La confirmación de su obra redentora por la resurrección
Además de la evidencia de contemplar a Jesús resucitado con un cuerpo real, estaba el testimonio previo que les había dado sobre el acontecimiento de su pasión, muerte y resurrección en cumplimiento de las Escrituras. Los episodios de los que fueron testigos los apóstoles, es decir, de su muerte y resurrección, eran el cumplimiento de las palabras que les había hablado en varias ocasiones, mientras estaba con ellos; porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento (Lucas 22:37). Esta última frase se refiere al período de tiempo de su ministerio de discipulado porque Jesús, una vez resucitado, ya no considera que sus antiguas relaciones vayan a ser reanudadas, puesto que serán reemplazadas por la comunión espiritual, por cuanto él partirá de este mundo. Además, estaba confirmado con anticipación por las Sagradas Escrituras. Dicha confirmación obedecía a la necesidad del cumplimiento de lo que estaba escrito en el AT. Era necesario que pasara por los padecimientos para llegar a la gloria (Lucas 24:26). Era indispensable porque Dios lo había resuelto así (Lucas 24:27). Nosotros no podíamos ser salvados sino por esos sufrimientos y esa muerte. El amor eterno de Dios, que quiere la salvación del pecador, demandaba también el sacrificio del Salvador, esencial para la realización de la salvación. El cumplimiento de la ley de Moisés, los profetas y los salmos o escritos es otra manera de referirse al AT, puesto que los judíos lo dividen en estas tres partes. En cada una de ellas podemos encontrar referencias a los acontecimientos que estamos considerando. Lucas no dice a qué libros se refirió, pero es muy fácil suplir su silencio con todos aquellos textos que mencionan los sufrimientos del Mesías. Jesús, no solo les abre las Escrituras para que encuentren en ellas los hechos centrales de su obra redentora, sino que les abre el entendimiento para que puedan comprenderlas, una doble acción siempre imprescindible. No es suficiente que abramos la Biblia para leerla, hace falta también que nos esforcemos en meditarla para poder comprenderla y aplicarla convenientemente.

La comisión a la Iglesia del Cristo resucitado
Con la resurrección de Cristo empieza una nueva era para el pueblo de Dios. La Iglesia no está en el mundo solamente para adorar a Dios por la obra de Cristo a su favor. La Iglesia tiene una tarea que cumplir, que consiste en la predicación de la buena nueva a un mundo perdido, dando testimonio de Cristo. Para la obediencia a su mandato hay tres factores determinantes: a) El método (Lucas 24:47,49) consiste, en primer lugar, en buscar la dirección y el poder del Espíritu Santo, en vez de confiar en nuestros propios métodos y fuerzas. En segundo lugar, tenemos la predicación o proclamación, como heraldos del Evangelio, de aquellos puntos que se refieren a la persona y la obra de Cristo. En tercer lugar, el testimonio de los hechos de los que nosotros nos hacemos eco por las Escrituras, ya que no somos testigos presenciales de las cosas que sucedieron, pero disponemos del testimonio apostólico. b) El mensaje sobre la base de la Palabra de Dios, que nos narra los padecimientos y la resurrección de Cristo; asimismo, debemos anunciar en el nombre de Cristo, el arrepentimiento y el perdón de pecados. Arrepentirse y creer son las condiciones necesarias para recibir la salvación. Arrepentimiento para con Dios y como resultado recibir el perdón de pecados en virtud del sacrificio de Cristo. c) El ámbito es el mundo entero. Tenemos un campo amplísimo para cumplir el mandato del Señor. Comenzando desde Jerusalén, nos recuerda la misma orden expresada por Lucas en el libro de los Hechos de los apóstoles.

Conclusión. Celebrar la resurrección de Cristo nos llena de gozo a los creyentes en él, pero también de responsabilidad porque nos llama a dar testimonio a todo el mundo y en todo lugar. Para los que todavía no se han reconciliado con Dios por medio de Cristo, deben saber que si Cristo resucitó es porque antes murió y esta muerte es para darles salvación de la condenación eterna, un sacrificio a favor de los pecadores, que somos todos los seres humanos. Pero Jesús no se quedó en la tumba donde fue depositado su cuerpo, sino que resucitó triunfante de ella porque por medio de su muerte venció a la muerte y al que tenía el imperio de la muerte, es decir, al diablo. Para recibir la salvación solamente se exigen dos requisitos: arrepentimiento y fe. Ambos son dones de Dios que por medio de su Espíritu convence al pecador de pecado, justicia y juicio. Y cuando sucede esto debemos ejercer estos dones y recibir gratuitamente la vida eterna.

Pedro Puigvert