John Stott - Ediciones Certeza Unida. Barcelona, Buenos Aires, La Paz, Lima. 2012. 136 pp.
Este es el último libro escrito por John Stott, quien pasó a la presencia del Señor el 27 de Julio del 2011, a los 90 años de edad. Su nota de agradecimientos con la que empieza el libro está fechada en 2009. Viene a ser como un testamento en el que resume lo más esencial de la vida del cristiano como discípulo de Cristo. Su contenido parte de una inquietud, “y es que aquellos que proclamamos ser discípulos del Señor Jesús –dicepudiéramos provocar otra vez de su parte aquella advertencia: ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que os digo?” Porque “el discipulado genuino es el discipulado que compromete todo el ser”, de ahí la importancia del tema.
El autor de este libro apela a ocho características del discipulado que a menudo son descuidadas en la vida diaria del cristiano contemporáneo: No al conformismo, la semejanza a Cristo, la madurez, el cuidado de la creación, la sencillez, el equilibro, la dependencia y la muerte. Cuestiones que componen los ocho capítulos que constituyen la obra.
La primera característica del discípulo radical que Stott nos quiere presentar es la de la no conformidad. Menciona cuatro tendencias contemporáneas a las que resistir: el pluralismo, el materialismo, el relativismo ético y el narcisismo. Frente a estas cuatro características de la cultura actual se trata de desarrollar una contracultura cristiana, “un llamado al compromiso sin concesiones”. La iglesia tiene una doble responsabilidad en el mundo de nuestro tiempo. Por un lado debe vivir, servir y testificar en él; por el otro, ha de evitar ser contaminada por él.
“En consecuencia, no se trata de preservar nuestra santidad escapándonos del mundo y tampoco de sacrificar nuestra santidad conformándonos al mundo”.
La segunda característica del discípulo es ser semejante a Cristo: “Si declaramos ser cristianos, debemos ser como Cristo”. Presenta al respecto algunos ejemplos sacados del Nuevo Testamento: ser como Cristo en su encarnación, en su actitud de servicio, en su amor, en su paciente resistencia y en su misión. Y concluye con tres aplicaciones prácticas de los ejemplos considerados: la semejanza con Cristo y el ministerio del sufrimiento, el desafío de la evangelización, y la plenitud del Espíritu Santo.
La madurez es el tercer tema que Stott quiere someter a la consideración de sus lectores. Los apóstoles en reiteradas ocasiones reprendieron a los suyos por su inmadurez exhortándoles a madurar (véase 1 Corintios 3:1-3). Muy atinadamente, el autor de este libro apunta que “para desarrollar un discipulado cristiano maduro no hay nada más importante que una visión veraz y nítida del Jesús auténtico”.
En cuarto lugar, el escritor menciona un tema muy práctico y a la vez muy actual a causa de la crisis ecológica que afecta a nuestro planeta: el cuidado de la creación. Dios nos ha dado la responsabilidad de preservar y desarrollar la tierra en representación suya. Con esta premisa el cristiano tiene que evitar deificar la naturaleza y, a la vez, evitar el extremo opuesto que es el de la explotación arrogante de la misma. Dios creó la tierra y luego nos la sometió con el mandato de que la cuidáramos y desarrolláramos todo su potencial para el bien común. “Lo que Dios nos dio es naturaleza, mientras que lo que hacemos con ella es cultura”.
El quinto capítulo tiene que ver con la sencillez, “especialmente -dice John Stotten relación a los asuntos del dinero y de las posiciones”.
Presenta ejemplos de personas que se caracterizaron por un estilo de vida sencillo. El mismo autor lo fue. El podría haber sido millonario con los derechos de autor de sus libros, pero donó la mayoría de ellos. Concretamente, los de este libro han sido irrevocablemente otorgados a Langham Literature.
Explica como el Congreso Mundial de Evangelización en Lausana (en 1974) incluyó en su Pacto las siguientes expresiones: “Todos nos sentimos sacudidos por la pobreza de millones de personas y perturbados por las injusticias que la causan. Los que vivimos en situaciones de riqueza aceptamos nuestro deber de desarrollar un estilo de vida simple a fin de contribuir más generosamente tanto a la ayuda material como a la evangelización”. Cierto es que la crisis en nuestro país nos ha afectado seriamente; no obstante, en nada es comparable con la situación de muchos países del tercer mundo, por lo que estas palabras son totalmente vigentes para nosotros hoy. En este capítulo Stott desgrana una serie de resoluciones que expresaron en este Compromiso de Lausana.
La sexta característica apuntada es la del equilibrio, y lo hace desarrollando la porción de 1 Pedro 2:1-17. Partiendo de la misma hace un retrato del discípulo en base a las metáforas que entresaca de ella: es como un bebé en crecimiento, como piedras en comunión, como sacerdotes en adoración, como pueblo de Dios testificando, como extranjeros santos y como siervos de Dios llamados a ser buenos ciudadanos.
La dependencia es el séptimo de los asuntos tratados en este libro. John comparte una experiencia reciente, ya en edad avanzada -que es cuando uno llega a la conciencia de esta realidad, en la que a causa de un accidente se vio en la necesidad de depender de otros. Contra lo que muchos han expresado y quizás también alguno de nosotros (tanto el que escribe como los que leen esta recensión): “No quiero ser una carga para nadie… en cuanto me vuelva una carga, preferiría morir”, el autor dice: “Todos hemos sido diseñados para ser una carga para otros”. Así lo expresaba Pablo en su carta a los Gálatas: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros” (6:2).
Finalmente, dice Stott, “la octava y última característica del discípulo radical que he elegido es la muerte”. Y sigue diciendo: “La perspectiva bíblica radical es considerar a la muerte no como el fin de la vida sino como la entrada en ella”. Jesús mismo nos presenta a los que creemos en Él como aquellos que hemos pasado de muerte a vida. Y esto tiene consecuencias revolucionarias que se manifiestan en las seis situaciones en las que esta perspectiva opera en el creyente: la salvación, el discipulado, la misión, la persecución, el martirio y la mortalidad.
Termina el libro con un breve epílogo titulado “¡Adiós!” Es un mensaje de despedida a sus lectores, escrito a sus 88 años de edad, en el que habla de los libros y estimula a sus lectores a seguir leyendo.
René Padilla termina un comentario de lo que fue el ministerio de John Stott, del que él pudo ser testigo a lo largo de muchos años, con estas palabras: “lo que he dicho respecto a mi relación con John por más de medio siglo me ha hecho tomar conciencia de la manera en que, por la gracia de Dios, mi vida y ministerio han estado entrelazados con la vida y ministerio de este modelo de lo que significa ser un discípulo radical de Jesucristo.” Sirvan como epílogo a esta recensión y un acicate para nuestra vida cristiana.
Daniel Pujol Fernández, Barcelona