Una teología arrodillada e indignada

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F.Javier Vitoria Cormenzana
Sal Terrae. 2013. 317 pp.

Como subtítulo tiene: “Al servicio de la fe y la justicia”. El prólogo está escrito por el famoso teólogo de la liberación peruano Gustavo Gutiérrez. Esta obra fue programada para conmemorar el 30 aniversario de la creación del Centre d’Estudis Cristianisme i Justícia promovido por los jesuitas de Cataluña que tiene como objetivo “dar respuesta a la tarea prioritaria <del servicio de la fe y la promoción de la justicia>, a través de una reflexión social y teológica que analiza con rigor, denuncia desde el compromiso y propone alternativas, la institución ha pretendido contribuir a la transformación de las realidades generadoras de injusticias, para avanzar hacia un mundo más humano y justo, y una Iglesia que sirva más a los pobres” (p. 17).

Cristianisme i Justícia le pidió al autor que sistematizara y sintetizara la producción teológica del Centro de todos estos años y aunque él pertenece a su Consejo directivo, no es jesuita, considerando que tal petición es un gesto de confianza hacia él y les está muy agradecido. Vitoria es presbítero de la diócesis de Bilbao y profesor jubilado de la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto. Ha publicado numerosos libros de distinta temática, aunque buena parte de ellos están relacionados con la justicia.

Su contenido está dividido en seis capítulos. En el primero trata sobre el binomio fe-justicia, el cual puede configurar el pensamiento teológico. Es de destacar el epígrafe en que apela a la historia como maestra; cuenta lo ocurrido con el fraile dominico Antonio Montesinos, que en 1511 con motivo del sermón predicado el cuarto domingo de  Adviento, denunció las injusticias que los notables de la isla La Española practicaban con los indígenas, acusándolos de estar en pecado mortal. La reacción de aquellos fue que el predicador se retractase por haber predicado una doctrina nueva, en lugar de arrepentirse y cambiar su manera de obrar. La segunda es un breve relato sobre el enfrentamiento del también fraile dominico Bartolomé de las Casas con el sacerdote y jurista Ginés de Sepúlveda sobre la barbarie de los indios, en que este se amparaba  para dominarlos.

En el segundo capítulo repasa las imágenes de Dios de las tradiciones judías, como la profética y la contribución de Jesús acerca de la irrupción del Reino de Dios de los pobres. A partir de Moisés y del Éxodo expone lo que ya es conocido como teología de la liberación aunque no identifique su exposición como tal, pero sí que lo denota el título del capítulo: “El Dios liberador de los oprimidos y protector de los pobres”. También introduce la idea de “la fe de Jesús”, diciendo que se habla de su amor, pero no de su fe y esperanza, basándose en He. 12:2, cuando leemos que Jesús es el  autor y consumador de la fe. Arjegós (autor) significa en primer lugar uno que acaudilla o que provee la primera ocasión y teleiotes (consumador) significa que la ha llevado hasta el fin.  El concepto no es nuevo, pero ¿es correcto? El tercer capítulo es cristológico, que queda definido en esta frase: “Jesús de Nazaret conjugó de manera inigualable, el servicio a la fe con el servicio a la justicia”. Los tres niveles en los que se dan esta vinculación y este servicio son: el itinerario de su experiencia del Abbá del Reino; el contenido de su fe en el Reinado de Dios; y su modo de corresponder al Dios de los pobres.

El capítulo cuatro desarrolla en primer lugar la confesión de fe en Jesucristo <Justicia de Dios> para nosotros (1 Co.1:30). En segundo lugar hace una exposición de la divinidad de Jesús y la lucha por la justicia. Pero piensa que en la actualidad no se puede expresar la divinidad de Jesús con las fórmulas dogmáticas de los primeros concilios porque la gente no lo entiende. La solución para él es la aportada por la teología de Cristianismo y Justicia “que busca recuperar la confesión de la divinidad de Jesús como una memoria peligrosa que fundamenta e impulsa la lucha por la justicia en nuestro mundo”.  El capítulo cinco está dedicado a la Iglesia con una reflexión sobre su origen, que en tanto no se aparta del NT podemos coincidir, pero luego converge en la eclesiología del Vaticano II. En el último capítulo demanda  la pertinencia de un cristianismo al servicio de la justicia. El epílogo corre a cargo del obispo emérito de Palencia.

Pedro Puigvert

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