Una historia de los primeros Cristianos

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Alexander J. M. Wedderburn,
Ediciones Sígueme, Salamanca, 2015. 352 pp.

El autor  de esta obra,  nació en Edimburgo, Escocia, en 1942. Estudió teología en Oxford y Edimburgo, y se doctoró en Cambridge. Después de trabajar como investigador en las universidades alemanas de Heidelberg y Gotinga, obtuvo el puesto de profesor en la Universidad St. Andrews (Escocia), y desde 1990 en la Universidad de Durham (Inglaterra). Desde 1994 hasta 2006 ha sido profesor de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología protestante de la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich. Pertenece a la Iglesia Reformada. Entre sus numerosas obras cabe señalar: Baptism and Resurrection (1987), The Reasons for Romans (1988), Beyond Resurrection (1999), Jesus and the Historians (2010), y The Death of Jesus (2013), además de decenas de artículos en revistas especializadas.

Podría pensarse que ya se ha escrito bastante sobre la historia del cristianismo naciente. Sin embargo, observamos que desde hace ya algunos años, el primer plano del trabajo de los historiadores está ocupado por la Iglesia. Podríamos decir que las primitivas comunidades cristianas han ido tomando poco a poco el relevo a Jesús como objeto de investigación histórica. En este sentido, una de las cuestiones que se aprecian con mayor claridad es la variedad de unas comunidades muy diferentes en cuanto a forma, estructura e incluso énfasis e intereses en el conjunto de creencias de la iglesia primitiva. Una variedad que enriquece una realidad presentada en muchas ocasiones de forma tan monolítica como irreal. Nos encontramos así ante una interpretación histórica de los orígenes del cristianismo, entre otras posibles que se podrían hacer.

El autor relata de nuevo las vicisitudes de figuras como Pablo, Santiago el hermano de Señor, Felipe, Pedro, el grupo de los helenistas o las primeras comunidades que vivieron en las grandes ciudades de Antioquía, Roma, Éfeso o Filipos, para ello el autor plantea a lo largo de las páginas de esta obra gran cantidad de preguntas que, dependiendo de la respuesta que se les dé, abren posibilidades distintas a la hora de explicar -o entender el desarrollo histórico de la Iglesia y, con ella, de la fe cristiana.

El autor pretende, con esta obra, superar la tentación de convertir al cristianismo en otra «religión del libro» o en mera ideología de la Antigüedad, olvidando que se trata de una religión «histórica», es decir, una religión nacida en un tiempo, en unos lugares y en unas circunstancias, concretos.

Para ello, Wedderburn, con mucho recelo, usa como fuentes el libro de Hechos y las epístolas paulinas, cuestionando continuamente su valor histórico pero volviendo a ellas una y otra vez, dado que no tenemos otras fuentes fiables y fidedignas sobre el tema que estudia, por ello, en la mayoría de ocasiones el autor concluye con lo que ya sabemos por el Nuevo Testamento y cuando no es así, encontramos que las reconstrucciones históricas que hace son altamente especulativas y deducidas de otras fuentes tan cuestionables o más que el libro de Hechos y las epístolas paulinas en la perspectiva del autor.

Podemos decir que es una obra recomendable para los interesados en el tema, por la información histórica que aporta, pero al mismo tiempo no será del gusto de aquellos que reconocen la historicidad del Nuevo Testamento y entienden que el cristianismo primitivo, aunque diverso en su expresión mantenía la unidad en “la fe dada una vez a los santos”. Para contrastar las conclusiones de Wedderburn podemos leer también la obra de F.F. Bruce “Hombres y movimientos en la Iglesia Primitiva”, que trata estos mismos temas desde una perspectiva conservadora y erudita.

Pedro Pérez,

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