Mark Batterson.
Editorial Nivel Uno. Weston, Fl., EE.UU. 2019. 215 pp.
Mark Batterson es el pastor de la NCC en Washington, una iglesia con ocho ubicaciones, que se reúne en teatros en toda el área metropolitana y posee el café más grande en Capitol Hill, (Ebenezers). Mark tiene un doctorado en Ministerios de Regent University y es autor de 11 libros.
El texto de este libro está salpicado de relatos personales, familiares, de miembros de la NCC, de personajes bíblicos e históricos, aplicados con sabiduría y maestría. Los personajes bíblicos principales son: Abraham, Moisés, Nehemías, Jonatán, David, Jesús, Pedro y Pablo. Su lenguaje es llano y directo, como se desprende de los títulos aplicados a los capítulos, que son: 1.- Ángeles aburridos. 2.- Carne de gallina. 3.- La dictadura de lo común y corriente. 4.- Techos de dos metros y medio. 5.- El canto de un gallo. 6.- A veces se necesita un naufragio. 7.- Unas buenas agallas a la antigua. Epílogo.- La madona del futuro.
El escritor nos expone el por qué escogió este singular título: "Los cristianos celtas le daban al Espíritu Santo un nombre que siempre me ha intrigado. Lo llamaban An Geadh-Glas; esto es la "Oca Salvaje". Me encantan las imágenes de este tipo y lo que quieren decir, este nombre se refiere a la misteriosa naturaleza del Espíritu Santo. De manera muy parecida a lo que sucede con una oca salvaje, al Espíritu de Dios no es posible seguirle el rastro ni domesticarlo; ya que lo rodean un elemento de peligro y un aire de imprevisibilidad. Y, aunque la primera vez que oigamos este nombre, nos pueda parecer un poco sacrílego, no se me ocurre algo mejor que describa lo que es ir siguiendo la dirección del Espíritu Santo toda la vida, que tras el rastro del Ave Salvaje. Me parece que los cristianos celtas descubrieron algo que se había perdido en el cristianismo institucionalizado. Y me pregunto si nosotros no le habremos cortado las puntas de las alas a esa Ave Salvaje y nos hayamos conformado con algo inferior -muy inferior- a lo que Dios quiso darnos originalmente. La caza del Ave Salvaje no es una frenética carrera. Es más parecida al triatlón. Y llevar un ritmo en ese recorrido es algo crítico. Sí, habrá momentos en los que nos parecerá casi imposible mantener el ritmo ante las largas zancadas que da el Espíritu. Pero me parece que es más difícil aún, para aquellos de nosotros que tenemos una personalidad Tipo-A, disminuir nuestra velocidad cuando Dios quiere que nos quedemos quietos. ¿Por qué le dijo Dios a Moisés que se quitara las sandalias? Yo creo que fue su manera de decirle: ‘Quédate quieto; reconoce que yo soy Dios’ (Sal. 45:10).
Hace ya algunos años leí un fascinante estudio que sugería que las personas dejan de pensar acerca de la letra de una canción después de haberla cantado treinta veces. Estoy seguro de que los números varían de una persona a otra, pero la tendencia es universal. Y tiene profundas consecuencias cuando de la adoración se trata. Dios se quejaba diciendo: ‘Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Su adoración no es más que un mandato enseñado por hombres’ (Is. 29:13). Dios no quiere que nos limitemos a repetirle palabras sin pensar en ellas. Él quiere que le adoremos. Cuando adoramos de memoria, nuestra adoración le debe parecer a Dios como un disco rayado. Tal vez por eso los salmos nos exhortan por lo menos seis veces a entonar un cántico nuevo. Necesitamos palabras nuevas, posturas nuevas, pensamientos nuevos y sentimientos nuevos. ¿Por qué? ¡Porque Dios quiere ser mucho más que un simple recuerdo!”
E.V. Giró