Edición de Salvador Vicastillo.
Editorial Ciudad Nueva, 2016, 390 pp.
Esta obra es la número 29 de la colección Fuentes Patrísticas. Se trata de una edición bilingüe, latín español, magníficamente preparada, tanto externa como interiormente. Su editor ha escrito varios libros sobre las obras del padre de la iglesia antigua Tertuliano y sobre otros temas, pero no sabemos nada de su preparación académica ni tampoco de su ministerio actual, ya que su biografía no aparece en el libro ni la hemos hallado en internet. Tertuliano nació en Cartago por el año 160 y murió probablemente en el 220. Se le conoce como teólogo y apologista, por sus escritos, ya que hay dudas razonables de que asumiera responsabilidades eclesiales como presbítero. Durante una época de su vida fue montanista, una secta originada en Frigia por Montano, el cual junto con dos mujeres, Prisca y Maximila, se autoproclamaron profetas. Aparte de esto, su doctrina y práctica tenía como elemento esencial el ascetismo legalista. Los montanistas enfatizaban la cercanía del fin del mundo, insistiendo en estrictos requerimientos morales, como el celibato, el ayuno y una rígida disciplina moral. Fue un movimiento desconcertante, ya que por un lado se oponía a la herejía de los gnósticos, pero por otro sus énfasis escatológicos y carismáticos generaron su rechazo de la iglesia primitiva.
Salvador Vicastillo ha preparado la introducción, el texto crítico, la traducción y las notas. Aunque el tratado sobre el alma de Tertuliano no es excesivamente extenso, el trabajo crítico que ha realizado es digno de mención. La lectura de la introducción nos da las pautas para examinar el contenido de la obra del teólogo africano. Señala, por ejemplo, que en este tratado se perciben algunas influencias del montanismo, especialmente en la interpretación de la parábola del rico y Lázaro, en que localizaba el seno de Abraham en los infiernos, un lugar de alivio y consuelo a dónde van los justos y también un lugar de castigo donde van los impíos como Caín o el rico de la parábola. Observamos que ya en el siglo II se había prescindido de la referencia bíblica al Hades y lo que significa, de manera que aún en obras de escatología católicas y también en ciertas versiones de la Biblia se confunde Hades con infierno, cuando la distinción entre ambos es clara en el NT. Sobre la influencia del montanismo en Tertuliano, Vicastillo señala lo siguiente: “se suelen distinguir dos fases en la relación de Tertuliano con el montanismo: 1) la de agnitio Paracleti, aproximadamente en 207, con una adhesión a la Nueva Profecía, sin ninguna separación de la magna Iglesia; 2) la de la defensio Paracleti, por los años 210-212, con una defensa de los carismas montanistas y una viva polémica con los ‘católicos’ o ‘psiquicos’ sobre cuestiones de rigor moral”. Según el editor, con este tratado se ha colocado Tertuliano en una tradición que abrió Platón y confirmó después Aristóteles con su peri psyjes. Tertuliano se acercó a la filosofía pagana cuyos máximos exponentes habían discutido mucho sobre el alma. Menciona a un buen número de filósofos con los que dialoga desde la fe. Sin embargo, su fuente de conocimiento se halla continuamente en la Biblia, aunque no siempre su exégesis estaba a la altura que es de esperar en un teólogo cristiano, pero hasta cierto punto esto es lógico porque la Iglesia tenía algo más de un siglo de vida y sus puntos de referencia eran más bien las herejías gnósticas a las que combatió con su pluma.
En el punto 4 de la introducción, Vicastillo escribe una frase en que se refiere a “la tricotomía de san Pablo (1 Ts. 5:23), pero ¿era el apóstol un tricotomista? Es cierto que en este versículo Pablo dice y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, aunque el énfasis recae en la unidad del ser, no tanto en sus partes. Cuando examinamos todos los escritos del apóstol en que aparecen alma y espíritu, descubrimos que en realidad era dicotomista, es decir, que el hombre está compuesto de una parte material, el cuerpo y de otra inmaterial alma/espíritu. Naturalmente, la parte inmaterial se debe matizar, por lo que podemos entenderlo del siguiente modo: a) pneuma (espíritu). Desde la vertiente de la relación con Dios sería el adecuado recipiente de las influencia divinas y como órgano capaz de adorar a Dios; b) psyje (alma). Desde el punto de vista de la relación con las realidades más bajas, terrenas, es decir, como asiento de la personalidad, sensaciones, afectos, deseos, etc. Pero no se trata de dos cosas, sino de una sola, la parte inmaterial del ser humano capaz de diversas funciones. c) En el examen de los textos del NT, observamos que el concepto traducido por vida, es decir, el principio vital interno se emplea indistintamente alma como espíritu, aunque el término más usado es psyje. Cuando el significado quiere ser persona, ser vivo o viviente, la palabra empleada es psyje. Sorprende el uso de psyje en Ap. 6:9 y 20:4, ya que parece exigir más bien pneuma, al menos es con esta última palabra que se expresa siempre la realidad descrita en ambos textos en Apocalipsis. Un ser sin cuerpo es siempre pneuma en el NT, con las dos excepciones apuntadas. Veamos el uso de pneuma en este sentido: espíritu en general (Hch. 23:8,9), Dios como Espíritu puro (Jn. 4:24), Cristo como Espíritu (1 Co. 15:45, el alma humana separada del cuerpo (He. 12:23, 1 P. 3:19). De lo dicho podemos deducir que Pablo usa, en varias ocasiones, los vocablos pneuma y psyje dándoles un ligero matiz diferencial, pero en algunos casos no parece distinguir mucho (cf. 1 Co. 16:10, 2 Co. 7:13, en donde se usa pneuma, pero en donde hubiera sido igualmente válido psyje). Evidentemente, Tertualiano no aceptaría esta exposición sobre el alma.
En la edición actual de la obra de Tertuliano sobre el alma, el editor recoge el texto fijado por Waszink, a excepción de algunas leves modificaciones que ha introducido porque le han parecido preferibles. En las páginas de la traducción española se marcan las cuatro partes en que se divide el tratado como también las subdivisiones. La traducción va acompañada de un aparato de notas a pie de página Además del índice general, el libro se completa, con el índice tertulianeo, el de obras y autores antiguos, el de autores modernos, el temático y el de nombres propios.
Una obra que hará las delicias de los estudiosos de la patrística de la primera época y de cuantos estén interesados en conocer el pensamiento de un controvertido autor del siglo segundo.
Pedro Puigvert