¿Qué decimos cuando decimos el Credo?

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credoEnrique Martínez Lozano.
Desclée de Brouwer. 2012. 148 pp.

Ya hemos conocido a este autor en la obra que trata sobre la recuperación de la figura de Jesús mediante una mirada  transpersonal no-dual. Allí solo hicimos referencia al significado de las ideas de la  escuela psicológica transpersonal. Ahora vamos a considerar el sentido de la lectura  “no-dual” en el marco de la misma escuela.   Según explica el autor, hay dos modelos de cognición (del latín: cognoscere, ‘conocer’). Se define como la facultad de un ser vivo para procesar información a partir de la percepción, el conocimiento adquirido (experiencia) y características subjetivas que permiten valorar la información. Consiste en procesos tales como el aprendizaje, razonamiento, atención, memoria, resolución de problemas, toma de decisiones y procesamiento del lenguaje. Está el modelo dual (mental, egoico, cartesiano) y el no-dual (transmental, transegoico). El primer modelo es el que ha caracterizado  todo el pensamiento occidental, desde Aristóteles. El segundo es el que trasciende la mente y el yo. El objeto específico de este estudio es “leer el Credo desde este nuevo modelo de cognición, con todo lo que ello implica: una lectura que conlleva un nuevo ‘modo de ver’ y que a algunos puede sonarle como un giro de ciento ochenta grados”, dice Martínez.

El Credo es una confesión de fe, pero los católicos lo convirtieron en una oración que suelen rezar habitualmente, como si fuera el Padrenuestro. Como en la actualidad muchos de ellos no entienden el contenido de las fórmulas que contiene el Credo, ha escrito este libro para ayudarles a comprenderlo. En lugar de una lectura no-dual, nosotros preferimos examinarlo a la luz de la Biblia, como también las explicaciones que el autor de este libro da a cada fórmula del Credo. Hay dos versiones del Credo, la corta y la larga. La primera se conoce como Symbolum Apostolorum, pero a pesar del nombre no fue compuesto por los apóstoles, sino que es la primera versión completa que apareció en el siglo V y la segunda fue redactada en el Concilio de Constantinopla  (381) y se conoce como Credo Niceno-Constantinopolitano, porque fue una ampliación del Credo aprobado en el concilio de Nicea. En esta obra, el autor toma como texto el segundo, porque al ser más extenso, en cierto modo incluye al otro.

Cuando comparamos las dos versiones del Credo, observamos que en la corta incluye una frase que no está en la versión larga: “descendió a los infiernos”. Según Hans Küng, este extraño artículo de la fe…fue incluido en el credo de la Iglesia relativamente tarde y reconoce que la falta de una base bíblica clara es la razón principal de su ambigüedad. Martínez dice que podría entenderse de dos maneras: una, como una alusión al “reino de la muerte”, es decir al seol o hades que en latín es inferos. En alguna versión de la Biblia editada por católicos, traducen hades por infierno en  Mt. 16:18, lo que es erróneo. El infierno no pertenece al estado intermedio, pues el credo corto lo coloca después de la sepultura de Cristo y antes de su resurrección. Dos, Jesús habría descendido al lugar de los condenados, la gehenna, en latín infernum. Pero eso tampoco es posible, porque la gehenna pertenece al estado eterno después del juicio final. Sin embargo, expresa que no cree que pueda decirse mucho más sobre el sentido original de este artículo. En cambio, nosotros creemos que sí puede decirse algo más: que erraron al incluirlo. Él lo interpreta desde el modelo no-dual, en un profundo sentido simbólico, cargado de contenido. Su explicación no nos convence.

En el credo largo, aparece la cláusula “reconocemos un solo bautismo para el perdón de los pecados”. Su interpretación desde el modelo no-dual se aleja de la de la iglesia católica: “Por el bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios” (Catecismo de la iglesia católica, 1992). En cambio para el autor: “el bautismo es un sacramento en el que celebramos lo que ya somos. Todos somos hijos de Dios, bautizados o no”. Lo que leemos en la Biblia es que el perdón de pecados es por la obra de Cristo  muriendo en la cruz y no por el bautismo.

 

Pedro Puigvert

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