Benjamín L. Merkle.
Editorial Portavoz. 2012, 269 pp.
Evidentemente, el título de esta obra nos lleva a pensar, sin mucho esfuerzo, que trata sobre el gobierno de la iglesia. A priori, nos mueve la curiosidad de saber cómo expondrá esta temática un profesor de teología del NT, bautista. Porque, las formas de gobierno eclesial son muchas y variadas, pero en casi todas ellas hay ancianos y diáconos ejerciendo su ministerio, aunque las responsabilidades ministeriales varían según las denominaciones. En la introducción ya podemos observar que la intención del autor es exponer el significado bíblico del tema y su aplicación a las iglesias, porque como dice “los pastores estudian el Nuevo Testamento y se dan cuenta que sus iglesias no reflejan lo que ellos encuentran en las Escrituras”. Lo mismo les ocurre a los miembros de las iglesias cuando leen la Biblia, porque hay iglesias que no tienen ancianos y son los diáconos los que dirigen la congregación, en lugar de servirla. Por una parte, esto es bueno porque demuestra que el pueblo de Dios quiere ser fiel a la Biblia, pero por otra, es malo porque demuestra que nos hemos alejado del modelo de Dios para la iglesia. Este libro es una ampliación del contenido de la tesis doctoral de Merkle titulada: “El anciano u obispo: un oficio en la iglesia naciente”. Como indica el título, el formato de este libro es a base de preguntas y respuestas y lo considera único en este sentido.
La estructura del libro está formada de tres partes, sobre un planteamiento de cuarenta preguntas y una respuesta bíblica a cada una. La primera parte trata de los oficios en general; la segunda parte se centra en el oficio de anciano dividida en cuatro secciones. La tercera parte aborda el oficio de diácono. Aunque analiza las diferentes formas de gobierno de la iglesia, defiende el congregacionalismo en particular. Sin embargo, vemos que por un lado defiende la pluralidad de ancianos y por otra reconoce que en las iglesias congregacionalistas hay variedad de estructuras de gobierno, siendo la más común la de un pastor único o “principal”. Su aprecio por esta forma de gobierno es que es “local y democrática”, fundamentándola en el sacerdocio universal de los creyentes. ¿Se puede extraer del sacerdocio universal un sistema de gobierno eclesial democrático?, porque una cosa es que toda la congregación debe servir al Señor y otra que se deban votar todas las propuestas. Que es local está claro, pero lo de democrático proviene de fuera de la Biblia. Aquí le ha vencido su prejuicio denominacionalista. Por otro lado, dice que algunas congregaciones de Hermanos no tienen un gobierno organizado, lo que quizás ocurre en algún lugar, pero no es general. En este libro se ofrece también un amplio debate sobre si las mujeres deben servir como ancianos. A este tema le dedica Merkle 23 páginas, en donde analiza las razones con textos bíblicos de los que afirman que en la iglesia haya mujeres ancianos y los que lo rechazan. Por último examina los textos bíblicos objeto de la controversia explicando su significado y concluye con una frase que no deja lugar a dudas: “Por estas razones, es mejor que el cargo de anciano en la iglesia se limite a los hombres”.
Otras cuestiones que se tratan es la pluralidad de ancianos y el número de ellos. En la primera cuestión, la evidencia es apabullante: “No existe ningún ejemplo en el NT de un anciano o pastor que dirigiera una congregación como el líder único o principal”. Sin embargo, como algunos insisten que en la Biblia es distinto lo que describe de lo que prescribe, las iglesias hoy no deben seguir este modelo. Pero a eso responde que “una vez salimos del modelo bíblico de ancianos, dejamos el fundamento seguro del precedente apostólico y comenzamos a vagar por el desierto del pragmatismo”. En cuanto al número, depende mayormente de la cantidad de miembros de una iglesia local. La Biblia no especifica el número aparte de la pluralidad. El autor piensa que cada iglesia local debe buscar la sabiduría de Dios para elegir a los ancianos de la mejor manera. Al hilo de eso se plantea si debe haber igualdad entre los ancianos y responde que deben ser iguales en valor, poder y rango. Pero dice citando a Strauch: “Aunque los ancianos actúan como un consejo y tienen igual autoridad y responsabilidad para el liderazgo de la iglesia, no todos son iguales en sus dones, en conocimiento bíblico, capacidad de liderazgo, experiencia o dedicación”. Sobre la elección de ancianos, considera que deben ser elegidos por la congregación, pero que se haga una votación entre los propuestos, lo considera un método peligroso y no bíblico.
Aunque no compartamos la totalidad de sus conclusiones, sí que lo hacemos de la mayor parte de ellas y pensamos que este libro es muy interesante para reflexionar sobre un tema muy conveniente para las iglesias que quieran ajustarse a las Escrituras.
Pedro Puigvert