Manuel Segura Morales.
Desclée De Brouwer, Bilbao, 2014. 201 págs.
Manuel Segura Morales es un jesuita granadino. Su padrino de bautismo fue Manuel de Falla y entre los amigos de su familia estuvieron Miguel de Unamuno y Federico García Lorca. Como jesuita, estudió tres años en Barcelona y cuatro en Inglaterra. Fue superior de los jesuitas en Paraguay y luego en Chile. A su vuelta a España ha sido 24 años profesor de psicología educativa en la Universidad de La Laguna, Tenerife. Es Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Valencia y Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Laguna.
Este libro, divertido, alegre y al mismo tiempo profundo, es el resultado de la vida, larga e intensa, de su autor. Son anécdotas vividas por él, en diversos lugares de España, de Inglaterra, de Paraguay o de Chile. El lector entra en el libro con suavidad, llevado por una prosa sencilla y luminosa. Son historias breves, pero llenas de humor y de optimismo cristiano. Después de cada anécdota se sugieren algunas ideas para meditar sobre lo que se ha leído y así acercarse más a Dios o aprender algo importante sobre psicología o sobre educación.
En este recuento de anécdotas, más o menos jocosas, los vastos conocimientos del autor se hacen patentes, con citas literarias de autores clásicos de nuestra rica literatura, empezando en la primera anécdota, donde se cita a Antonio Machado. Me resistía a citar ninguna en concreto, pero, juzgo interesante la de: Los diez mandamientos de Moisés.
"Los años 60 y 70 del siglo XX, vieron una proliferación de dictaduras militares en América Latina. En una lucha a muerte contra el comunismo, que había conseguido un espectacular triunfo militar en Cuba, muchos países eligieron Presidentes militares, o directamente los militares dieron golpes de Estado y se apoderaron del poder. Fueron los años de Castelo Branco y Costa e Silva en Brasil, los años de Videla en Argentina, de Stroessner en Paraguay, de Pinochet en Chile.
Pero lo característico de esos regímenes militares es que no solo lucharon ferozmente contra el comunismo, sino que llegaron a autoconvencerse de que todo el que estaba contra los militares, o contra alguna decisión de los militares, era necesariamente comunista. Fueron los años de cárcel y pena de muerte para los opositores al régimen. Y los militares en el poder justificaban esa represión inhumana, diciendo que lo hacían en nombre de los principios cristianos. De hecho, siempre que se presentaba la ocasión, aparecían en la catedral, o en fiestas populares en honor de la Virgen y de los Santos.
Durante aquellos años, un jesuita empezó a trabajar con los universitarios en Paraguay, con la idea de formar futuros dirigentes políticos y culturales. Y como era de esperar, un día, en las conversaciones que mantenía con aquel grupo de universitarios, le preguntaron insistentemente si la moral cristiana permite dar muerte a un tirano, cuando no se ve otra forma de acabar con una tiranía cruel e inhumana. El jesuita afirmó que, en efecto, esa era la doctrina de la Iglesia, pero que antes había que asegurarse de que el tirano era inhumano y cruel y también que antes habría que probar todos los otros caminos posibles de acabar pacíficamente con la tiranía.
Stroessner había montado un amplio sistema de espionaje (a los policías secretos se les llamaba en guaraní "pyragúés" o "pies peludos"), para indicar que estaban en todas partes sin hacer ruido. Por tanto, pasaron pocos minutos hasta que la afirmación del jesuita sobre los tiranos llegara a conocimiento del Gobierno. Por eso, aunque ya era tarde aquel día de la reunión con los universitarios, hubo tiempo para que el diario oficial del Partido en el poder, periódico llamado Patria, publicara al día siguiente en portada, con letras inmensas: "Los jesuitas dicen que se puede matar al Presidente". Ya en esas palabras había, por parte de ellos, una confesión involuntaria, pero muy clara, de que el Presidente era "un tirano cruel e inhumano", pues solo esa clase de gobernante era a quien se podía dar muerte, según el jesuita. Y para redondear su ataque a los jesuitas, el periódico añadía debajo de la frase mencionada, con letras ligeramente menores pero también enormes: "¿Es que los jesuitas no conocen el mandamiento no matarás, que es uno de los diez mandamientos que Jesucristo entregó a San Pedro en el monte Sinaí?". # # # A veces queremos hacer alarde de nuestros conocimientos en cualquier campo, cuando en realidad no sabemos nada o casi nada, Es lo que le pasó al diario Patria al afirmar, con toda contundencia, que los Diez Mandamientos se los había dado Jesucristo a San Pedro en el Sinaí. El resultado fue un ridículo de quienes creían saber más que nadie en cuestiones religiosas".
No os recuerda el desconocimiento general de los medios de comunicación de nuestro país, sobre la Biblia y las diferentes confesiones religiosas, y la desconsideración al momento de informar.
E.V. Giró - Barcelona