Tomás Hanks
Miami: Editorial Caribe, 1982, 181 pp.
El título del libro puede darnos una impresión falsa de su contenido, porque no es una obra sobre la teología de la liberación, sino como expresa Orlando Costas en el prólogo, “se trata de una crítica seria y constructiva aportación a la búsqueda de una teología bíblica sobre el problema de la pobreza en América Latina”. A diferencia de los teólogos de la liberación no construye su tesis a partir del lenguaje marxista, sino partiendo de la Sagrada Escritura: “Ello es otra manera de decir que en la teología evangélica la Biblia viene primero, y viene primero no solo porque es la Palabra de Dios, sino porque es Palabra liberadora que Dios habla desde la situación oprimida de los pobres” (Del prólogo, p. 8).
El autor se describe como “gringo, capitalista, aun republicano, de teología conservadora”. Según parece vive y trabaja en Costa Rica porque en ninguna parte del libro se expone el currículo del autor y lo que decimos se desprende de algunas pinceladas que encontramos en el texto. Sin embargo, cuando empezó a leer la Biblia buscando pasajes que decían algo sobre la pobreza para preparar una exposición sobre este tema para un campamento juvenil, los datos bíblicos empezaron a retar sus presuposiciones. Colabora con los Ministerios Minamundo participando en los campamentos que organiza esta entidad como conferenciante. Se doctoró en Teología en el Seminario Concordia de Saint Louis.
Empieza por analizar los términos hebreos que usa el AT para “opresión” y llega a la conclusión que se trata de unas palabras básicas de la teología bíblica, siendo la causa principal de la pobreza, mientras en las teologías clásicas está ausente. Además considera que ni las teologías tradicionales ni los teólogos de la liberación han tomado en cuenta lo importante y fundamental que es la opresión. Observa también que en el NT, especialmente en Santiago hay una continuidad de perspectivas con el AT. Esta conclusión se basa en la misión de Jesús a los oprimidos (Lc. 4:18-19), la situación explícita de los cristianos en Santiago, y Hch. 10:38, además de varios textos del NT que vinculan la opresión con la pobreza y sus manifestaciones.
Cabe destacar el capítulo 3 del libro, un capítulo que trata del Siervo oprimido, pueblo liberado: una relectura de Isaías 53 desde América Latina. La cuarta canción del Ebed Yahweh presenta para Hanks una teología del sufrimiento muy desarrollada, en que el cuerpo del pasaje nos habla de opresión y de liberación. El autor hace una traducción nueva de Is. 52:13-53:12, en donde justifica los cambios que introduce por el hecho que las traducciones habituales, empezando por la Septuaginta han suavizado algunas palabras en un proceso de espiritualización. Afecto a la Alta Crítica, dice que este texto no pertenece al Deutero-Isaías, sino a otro autor. Lo que hace es seguir la hipótesis de Duhm, escritor de un comentario en que presentaba la profecía de Isaías como la obra de tres autores distintos: el Proto, Deutero y Trito Isaías, a excepción de los cánticos del Siervo que fecha a la mitad del siglo VI a.C. Pero el descubrimiento del rollo de Isaías en Qumrán en 1947 ha dado al traste con esta hipótesis. En la cuarta canción del Siervo de Yahweh y en el v. 4 dice que él llevó nuestras enfermedades. El artículo 12 de las Asambleas de Dios expresa sucintamente la doctrina pentecostal en cuanto a la <sanidad divina>: “La liberación de enfermedad está incluida en la obra redentora de Cristo, y el privilegio de todo creyente”. Dice John Stott que “basadas en esta doctrina, las iglesias pentecostales se han dedicado a campañas evangelísticas de curación como estrategia de su crecimiento en América Latina. Por supuesto, este énfasis ha provocado ciertas críticas, especialmente cuando se ha llegado al extremo de criticar a todos los no curados por una supuesta falta de fe” (La misión cristiana hoy. Buenos Aires: Certeza, 1977, pp. 112-117). El evangelio interpreta el texto de Isaías como formando parte del ministerio de sanidades del Mesías (Mt. 8:16-17). Y el apóstol Pedro nos dice que Cristo llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero. Aquí se produce un cambio en cuanto al verbo llevar que pasa de las enfermedades de Isaías a los pecados. Hanks no menciona este extremo, pero sí reconoce que el mayor aporte evangélico ha sido el reconocimiento del “pecado” como raíz del problema humano. El capítulo se cierra con dos apéndices.
Los capítulos 4 y 5 tratan de una nueva interpretación de Isaías 58 y una meditación sobre Lucas 4. Podemos resumirlos así: Isaías 58 muestra muchos indicios de tener relación con la enseñanza del jubileo de Lv. 25. Y en cuanto a Lucas 4 dice que para experimentar la libertad genuina y ser instrumento de ella tengo que dar la espalda al egoísmo e individualismo y poner mi vida en las manos del que me creó. Los dos últimos capítulos llevan un apéndice cada uno. En resumen, una obra interesante que está influenciada en algunas partes por teólogos que siguen los postulados de la Alta Crítica, pero haciendo abstracción de ello tiene mucho de aprovechable, sobre todo las partes que corresponden a la teología bíblica.
Pedro Puigvert
Hermoso punto de vista e interpretación de la palabra