Pablo Wickham.
Madrid: CEFB. Comisión de Publicaciones, 2014, 132 pp.
“El presente libro, previsor en su día, cumple treinta años desde su primera aparición; por eso, esta nueva edición resulta más oportuna que nunca. La presentación que hace Pablo Wickham de los dones espirituales desde una perspectiva bíblica es magistral, y la relativa brevedad del texto no desdice la amplia erudición en la que se fundamenta la visión del autor –fruto de muchos años de dedicación a la vida eclesial-, para enfocar con perspicacia un tema que sigue candente, más aún, si cabe, que cuando fue publicado en 1983.
Los dones del Espíritu Santo, como su propio nombre indica, brotan de la generosidad de Dios, y en modo alguno pueden considerarse meritorios por parte de quien los emplee, si bien requieren diligencia y disciplina para ser puestos al servicio del cuerpo de Cristo con la calidad y la dignidad que reclama su origen divino. Aquí no cabe, por tanto, orgullo o intromisión, personalismo u ostentación, sino humildad y deferencia, reconocimiento y gratitud. Importantes, por tanto, resultan algunas advertencias que lanza el autor acerca de la motivación de quienes abusan del espíritu de los dones, o ponen en tela de juicio su autenticidad.
El profesor de Historia Teológica Alister Mc Grath ha llamado la atención sobre un hecho que nuestro autor solo pudo anticipar en 1983; a saber, que los movimientos que enfatizan el empleo de los dones más <<espectaculares>> ocupan hoy aproximadamente el 50% de la iglesia evangélica en el mundo, con el reto que esto supone para el discernimiento de la verdad de Cristo. McGrath ha descrito el auge en el último medio siglo de aquel sector de la iglesia que antepone la Voz a la Escritura. Estos movimientos ofrecen una relación >>directa>> con Dios que contempla, o puede contemplar, la Biblia –conscientemente o no-, como un elemento interpuesto, o incluso un estorbo. Según esta idea, frente a la fría y cerebral página escrita donde Dios está, o puede parecer, ausente, se propone una experiencia espiritual directa, cálida, del corazón, la Presencia de Dios frente a la Ausencia que implica, o puede implicar, la página <<muda>> del texto. El presente trabajo proporciona una guía importante para quienes titubean ante la poderosa fuerza de tales consideraciones.
No menos perspicaz resulta el consejo que Pablo Wickham ofrece acerca de la necesidad de ejercer una sabia labor pastoral frente a quienes se creen acreedores de un ministerio en la iglesia sin que los acompañe un juicio maduro acerca de su propia valía. A fin de cuentas, ningún don supera en importancia la presencia del fruto del Espíritu, reflejo inconfundible del carácter de Cristo (1 Co. 13). Aquí reside, a nuestro juicio, el valor último del presente libro: contempla los dones del Espíritu Santo desde una perspectiva cristológica. <<Nosotros tenemos la mente de Cristo>> -escribió S. Pablo (1 Co. 2:16)- y el empleo y disfrute de los dones del Espíritu pertenece al ámbito de la salvación.
El libro presenta, por tanto, una visión positiva de los dones del Espíritu Santo, sin eludir la necesidad de entrar en cuestiones de interpretación o análisis crítico. Aquí se describen los dones y se dan pautas para su reconocimiento y ejercicio correcto. El autor expone la doctrina apostólica para contextualizar el uso de los dones en la historia de la iglesia. Destaca el superior valor de ciertos dones a la luz de las necesidades perennes de la iglesia, sin menospreciar aquellos que parecen de menor importancia o atractivo. Sobre todo cimenta su estudio en la Escritura, la Voz auténtica del Espíritu, viva y eficaz en todo tiempo y lugar.
El autor nos recuerda, por último, que los dones no solo han de ser empleados para la edificación de los creyentes, sino que quienes los ejercen constituyen en sí mismos un don para la iglesia, lo que significa que la calidad del don y el carácter de la persona son indivisibles. Pablo Wickham es un don que el Señor ha dado a su iglesia, y este libro da fe de su fidelidad a la Palabra de Dios no menos que de su compromiso inquebrantable con la Obra de Cristo en su país de adopción”.
Del prólogo del Dr. S.Stuart Park