La Palabra Suficiente

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La-palabra-suficienteS. Stuart Park.
Ediciones Camino Viejo. 2015, 298 pp.

Hacer la reseña de un libro en que el autor ha puesto un párrafo del recensionista, entre otros, de conocidos hermanos que ponderan al escritor y a sus escritos, puede resultar un trabajo comprometido con pérdida de objetividad, pero intentaremos que no nos influya para dar una visión imparcial de esta obra.

El libro está dividido en dos partes: en la primera, Stuart hace lo que el poeta y prologuista de esta obra José Jiménez Lozano, Premio Cervantes de Literatura, llama “una memoria biográfica y escorzo autobiográfico”. O como dice Stuart, “son pinceladas o vivencias, los hechos que han contribuido a su experiencia religiosa”. Los primeros años con su familia en Preston (Inglaterra), los estudios en Cambridge, los veranos pasados en Galicia y Andalucía, los cuatro años vividos en Madrid, los cinco años en Nueva York y Philadelphia y su residencia en Valladolid a partir de 1976. Toda esta parte cautiva el interés del lector al contemplar sus peripecias desde que salió de su casa y tuvo que apañárselas como pudo, aunque siempre encontró  a alguien que le echó una mano. En la segunda parte de la obra, titulada “Lecturas” es un relato de su  “búsqueda de una hermenéutica que permita interpretar de manera fiable los complejos relatos que conforman gran parte de la literatura bíblica”. En parte se trata de una revisitación de algunos textos que han marcado su forma de leer la Biblia y que aparecieron en la revista Alétheia de la que es Director.

Lo que de entrada llama la atención en su destape teológico confesando que el calvinismo no le atrae como sistema teológico. Bien, cada uno es libre de tener y  manifestar sus afinidades teológicas, pero ¿qué quiere decir cuando afirma que Calvino  nació después de la revolución luterana? Si se refiere a su nacimiento físico ha cometido un lapsus, porque Calvino nació en 1509 y la Reforma empezó en 1517. Si  alude a su nacimiento espiritual está en lo cierto, pues Calvino se convirtió en 1533 o 1534. Su falta de sintonía con el calvinismo procede del rechazo general de los “cinco puntos” aprobados en el Sínodo de Dort, de los que solamente aprueba el último, la perseverancia de los santos, que ahora llamamos seguridad de la salvación. Le molesta sobre todo el primero, ya que considera desafortunada la expresión “depravación total”. A tenor de su explicación, pensamos que se ha quedado con el enunciado dejando de lado el contenido de esta doctrina. La enseñanza bíblica tiene su fundamento en Ro. 1:29-32, 3:10, 20, 23 y se acuñó la frase enfática “depravación total” en vista del carácter infeccioso y la corrupción heredada, del pecador. Dicha expresión no significa que cada hombre esté tan depravado como pudiera llegar a serlo; tampoco que el pecador no tenga un conocimiento innato de la voluntad de Dios, ni una conciencia que no pueda discernir entre el bien y el mal. Asimismo, que el ser humano pecador no admire con frecuencia el carácter y las acciones virtuosas de otros, o que sea incapaz de afectos y acciones desinteresadas en sus relaciones con sus semejantes; o que la voluntad no regenerada de cada hombre, en virtud de su propia pecaminosidad, tolere toda forma de pecado.  Por otro lado,  la Biblia enseña que la corrupción propia del ser humano se extiende a todas las partes de su naturaleza, a todas sus facultades y poderes tanto del alma como del cuerpo; que no hay en el pecador ningún bien espiritual absoluto, es decir, algún bien en relación con Dios, sino únicamente perversión (Jn. 5:42, Ro. 7:18, 23, 8:7, Ef. 4:18).  Como renuncia al análisis de los otros puntos, no añadiremos nada más. Suponemos que ahora habrá corregido la interpretación y aplicación de Ap. 3:20 que le motivó a entregar su vida a Cristo a los cinco años, pues leemos en más de una ocasión “hoy lo haría (o diría) de manera distinta”. Sin embargo, agradecemos su acertada crítica al movimiento neo-pentecostal señalando los excesos de dicho movimiento, ilustrándolo con algunas experiencias e informaciones de valor. Narra también su experiencia durante varios veranos con Operación Movilización, evangelizando en varias  ciudades y pueblos de España distribuyendo literatura evangélica. Algunos sucesos son realmente jugosos, como la del cura que le recoge a él y a otro hermano, mientras iban andando por la carretera después de sufrir una avería  la furgoneta en que iban.

El relato de su caída en la depresión y la lucha por salir de ella describen sus hondos sufrimientos, en medio de tiernas escenas, como la del petirrojo que comía  migas de bizcocho en su mano. Cinco años duró esta crisis hasta que un día al despertar tuvo la sensación que la sombra se había desvanecido. Años después volvió a repetirse, aunque tardó menos en recuperarse.  Destaca también su afición por la ornitología, que comparte con otros hermanos, como el Dr. Pablo Martínez.

En ocasiones nos hemos preguntado sobre el origen de la tendencia que tiene Stuart hacia  la alegoría. Y hemos descubierto en este libro que la influencia de su profesor Northrop Frye, autor de la teoría de los arquetipos, determinó su manera de leer la Biblia mientras cursaba un doctorado en la Temple University de Philadelphia. Entiende que la estructura de la Biblia es tipológica y por lo que añade creemos se refiere a un patrón o ejemplo y no tanto a la interpretación de los tipos y figuras del AT. La exposición de este concepto se halla en la segunda parte del libro y en el primer capítulo en donde en dos ocasiones cita la frase que da título a toda la obra. Los demás capítulos giran en torno a los libros que ha publicado en que destacan los personajes de Job, Rut, Tamar, David, Jonás y Ester; acontecimientos como las bodas de Caná, la hora de la cruz y la tumba vacía. Finalmente, en el epílogo explica que en la primera parte “ha procurado incluir solo aquellas experiencias que tienen relevancia para el motivo último de La palabra suficiente, presentar las claves de la hermenéutica cristológica que ha informado las reflexiones que ocupan la segunda parte”. En cuanto a la segunda parte “ha procurado leer las historias bíblicas <<desde Cristo>> y <<hacia Cristo>> para hacer justicia así a su lugar en el canon de la Escritura”.   Su hermenéutica, dice que “a veces es llamada <<tipológica>> que se confunde con frecuencia  con la alegorización, un término que provoca rechazo por lo subjetivo que se considera el método interpretativo o porque se alega que reduce al texto histórico a <<mera literatura>>”. Y está en lo cierto, porque la alegorización puede hacer decir a la Biblia lo que al “intérprete” le parece, como ocurrió durante siglos cuando se aceptaba la cuádruple interpretación formulada por Juan Cassiano: Littera gesta docet, quod credas Allegoria; Moralis quida agas; quo tendas Anagogia.(La letra enseña los hechos, la alegoría lo que has de creer, el sentido moral lo que has de hacer, y la anagogía a dónde has de tender).

Aunque no es una autobiografía, Stuart ha descubierto aspectos de su vida y de su recorrido vital que rozan lo más íntimo de su corazón, aunque parafraseando a Antonio Machado “mi historia, algunos casos que recordar no quiero”. Asimismo, descubriremos su método hermenéutico, si es que no lo habíamos hecho al leer sus libros y artículos. Todo un reto para dedicarle nuestra atención.

Pedro Puigvert

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