Jonathan Leeman.
Editorial Peregrino, 2017, 81 pp.
Pertenece a la serie Básicos para la iglesia, una serie que ha sido preparada en la convicción de que la vida cristiana se vive en el seno de la iglesia. Este es el séptimo libro de la serie. Está dividido en cinco capítulos, una conclusión, un apéndice y un índice de citas bíblicas.
Por el título ya podemos intuir que el autor va a presentar el gobierno de la iglesia desde la postura del congregacionalismo que define la iglesia como una “congregación reunida y guiada por ancianos y pastores”, oficios cuyos nombres son intercambiables. Menciona también a tres sistemas más de gobierno eclesial: lo que llama “gobierno de ancianos”, limitándolo a una iglesia independiente, lo que no es cierto del todo, porque hay otras iglesias y denominaciones que tienen este sistema, como por ejemplo, las Asambleas de Hermanos, que son autónomas, pero no independientes porque están unidas por lazos de comunión y coordinación entre ellas. Evidentemente, menciona también el sistema presbiteriano y el episcopal. Entre las decisiones de algunos asuntos que nombra no es necesario que las tomen los dirigentes, porque ya están establecidas estatutariamente. Confiesa que este libro “no abordará los otros modelos de gobierno eclesial, ni tratará de defenderse de las críticas contra el congregacionalismo dirigido por ancianos”. Sin embargo, sí lo hará en el apéndice. Admite que “el congregacionalismo no tiene muy buena reputación. No quiere llamar “democracia al congregacionalismo, ni defender el mal uso que se hace de él”. Pero convendrá que las decisiones que toma la iglesia son más democráticas que teocráticas, es decir, prevalece muchas veces más el voto de la mayoría, que la voluntad de Dios expresada en las Escrituras. Leeman defiende “que la autoridad final pertenece a Jesús y su palabra”. Esto sería lo ideal, pero en la práctica no sucede así muchas veces. Aunque se refiere a estas cosas, el objeto del primer capítulo no es mostrar las diferencias entre los diversos sistemas de gobierno, sino tratar acerca del discipulado cristiano. Lo que sigue es un programa que debe realizar cada miembro de la iglesia juntamente con sus ancianos. Por un lado cada miembro tiene que responsabilizarse de otro y los ancianos deben guiar y capacitar a la congregación, de manera que llega a la siguiente fórmula matemática: Liderazgo pastoral + gobierno congregacionalista= discipulado.
Jonathan Leeman es doctor en Filosofía por la Universidad de Gales y anciano de la iglesia bautista del Capitolio en Washington y autor de varios libros sobre la iglesia y el congregacionalismo.
Admite que las decisiones que toma la iglesia pueden estar determinadas por lo que piensan miembros inmaduros, pero la solución que expone es la de que los ancianos tienen la responsabilidad de formar a la congregación hacia la madurez. Se pregunta si el congregacionalismo bíblico es una democracia y responde con un taxativo no y lo explica así:” Es una mezcla de gobierno en parte monárquico –gobierno de uno-, en parte oligárquico –gobierno de unos pocos- en parte democrático (gobierno de muchos). Jesús es el Rey mediante su palabra; los ancianos o pastores lideran y la congregación tiene la palabra final –humanamente hablando- sobre los asuntos que son cruciales.” El ejemplo, tomado de un caso real de lo que significa el congregacionalismo, no es exclusivo de este sistema de gobierno, porque en los demás también la congregación participa en el pastoreo mutuo (Col. 3:12-15). En los demás capítulos defiende el congregacionalismo, sobre la base del ejercicio de la autoridad eclesial en un caso de disciplinar a un miembro que ha pecado y aunque aquí sí existen diferencias entre los diversos sistemas de gobierno, es imposible soslayar esta enseñanza, aunque hay otros aspectos que la participación democrática es innecesaria.
Un libro para conocer de primera mano cómo funciona el sistema de gobierno congregacionalista y aunque diga que no ha tratado de defenderlo, lo que he hecho es presentarlo como un sistema bíblico, lo que en parte es cierto como doctrina, pero la práctica es otra cosa.
Pedro Puigvert