Jesucristo: Historia y misterio

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jesucristoDietrich Bonhoeffer.
Editorial Trotta, 2016, 189 pp.

El libro consta de dos partes, la primera es la que da título al libro, es decir, una exposición cristológica y la segunda trata de la creación y la caída, una exégesis teológica. El texto de la primera parte expresa el pensamiento de Bonhoeffer que expuso en un curso sobre cristología en 1933, pero no es la reproducción de sus escritos porque el original se ha perdido. A partir de numerosos apuntes de los assitentes, Eberhard Bethge, ha logrado reconstruirlo.  Cuando Bonhoeffer dio el curso en Berlín, Alemania  vivía una situación convulsa, pues fue en dicho año que Hitler fue nombrado Canciller e instauró la dictadura, después de haber ganado las elecciones el año anterior el Partido Nacional Socialista Obrero de Alemania, conocido como partido nazi.

Según el autor del prólogo, Otto Dudzus, pastor de la iglesia confesante y autor de varios libros sobre Bonhoeffer: “En este curso de Bonhoeffer cobran nueva vida las sutiles cuestiones cristológicas de la Iglesia primitiva y de la Reforma (…)  En esta exposición el oyente (y es probable que exactamente le ocurra ahora al lector) recibe una doble impresión: en primer lugar, la alegría de estudiar y escuchar la voz de los Padres, pero al mismo tiempo y sobre todo, se ve introducido en una búsqueda de Jesucristo que no puede ser sustituida por ninguna respuesta previamente dada.” La Iglesia Confesante en Alemania se desarrolló partiendo de movimientos como la Liga de Emergencia de Pastores de Martin Niemöller y los sínodos confesantes libres. Estas organizaciones trataban de oponerse a la teología de los “cristianos alemanes” y de la iglesia de Ludwig Müller sostenido por los nazis y elegido como Reichsbischof en 1933. Bonhoeffer pertenecía al grupo de Niemöller. Es sobradamente conocido que nuestro teólogo  solo vivió 39 años, porque tras ser investigado y perseguido por la Gestapo, fue arrestado y encarcelado en la prisión militar de Tegel (Berlín). Tras severos interrogatorios fue ejecutado en abril de 1945. Aparte de este hecho que le ha dado una aureola de mártir, no hay duda que fue un gran teólogo, como se pone en evidencia en sus obras. Después de obtener el doctorado en 1927, estuvo un tiempo ejerciendo como vicario de la iglesia luterana alemana de Barcelona.

¿Cuál era el pensamiento del autor sobre Jesucristo? En líneas generales, su cristología no está muy alejada de la de Lutero y del  luteranismo, aunque con matices. Empieza diciendo que la doctrina de Cristo comienza con el silencio, frase que deriva de una parecida de Kierkegaard, el teólogo existencialista danés. Se trata de un silencio ante el Verbo. Basa su argumento en una frase de Cirilo de Alejandría que dice que cuando la iglesia anuncia el Verbo está arrodillada en verdadero silencio ante lo inefable. Y es sobre el término griego arrheton (inefable) que hace girar su argumento. Para Bonhoeffer, la cristología es la palabra que habla del Verbo de Dios, por eso es logología, la ciencia por excelencia (kat exojen) porque se trata de Logos de Dios, y no de una idea. En la segunda parte de la introducción se plantea el tema de la persona y la obra de Cristo. Después de afirmar que la cristología no es soteriología, sostiene que primero hay que conocer a la persona y después su obra y no al revés como formulan algunos, y cita a Schleirmacher y Ritschl, porque “cuando yo sé quién realiza la obra, tengo acceso a la obra de Cristo. Todo estriba en conocer primero a la persona, para que luego pueda conocer asimismo la obra.”

El corpus de las dos partes en que  divide la cristología, trata del Cristo presente en la primera y del Cristo histórico la segunda. La primera afirmación cristológica que hace es esta: “Jesús es el Cristo presente  como crucificado y resucitado.” En la primera de las dos partes expone la figura de Cristo y el lugar de Cristo. Luego cuando exponga el tema del Cristo histórico, desarrollará estos temas: a) El acceso al Cristo histórico; b) la cristología crítica o negativa; c) la aportación de la cristología crítica y d) la cristología positiva.

Sobre el tratamiento que da al contenido, destacamos su tesis sobre la presencia de Cristo al que llama hombre-Dios. Cristo está presente en la proclamación, que en la iglesia adquiere una triple forma: Verbo, los sacramentos y la comunidad. Su noción sobre el Cristo pro me (por mí), le conduce al universalismo, ya que dice que en Cristo toda la humanidad ha sido crucificada, muerta y juzgada y de ahí deriva que en Cristo Dios perdona a toda la humanidad, sin mención alguna al don de la fe. Según Bonhoeffer, en Cristo, el Verbo divino penetra en el logos humano, hecho que se convierte en la humillación de Jesucristo, pensamiento que carece de base bíblica, porque según Fil. 2:8, etapeinosen (se humilló) de Cristo sucede cuando en obediencia al Padre, estando en la condición de hombre se humilla a sí mismo hasta la muerte en la cruz. En cuanto al Sacramento, es Verbo de Dios, puesto que es proclamación del Evangelio. Aquí se desmarca de Lutero y del luteranismo al afirmar que en la eucaristía la ubicuidad del cuerpo de Cristo en su communicatio y de la presencia “ubivolente” (Cristo está presente solo para ti, allí donde para ti quiere estar presente) son hipóstasis metafísicas imposibles. A eso opone su criterio que consiste en el existentialister (existencialismo) Dice: “Ninguna de ambas doctrinas considera la existencia pro me de Cristo como su modo propio de existir. Teológicamente son insuficientes, ya que son incapaces de expresar de manera adecuada la presencia del hombre-Dios, de la persona del humillado y ensalzado.”

Todo esto hay que entenderlo en el marco de la doctrina luterana de la communicatio idiomaticum (comunicación de atributos) por la cual los atributos de una naturaleza se atribuyen a  otra en base a su transferencia actual conocida por pericoresis, es decir la existencia de unos en otros. Esta doctrina es una forma de neomonofisismo, en donde la naturaleza divina de Cristo consume a la humana y así se elimina la humanidad de Cristo. Este tema lo trata más adelante en el punto sobre las herejías monofisita y nestoriana (Concilio de Calcedonia, luteranismo, kenóticos y crípticos). Una de las formas de la communicatio idiomaticum, es la genus maiestaticum, que es el núcleo de la cristología luterana y señala “que es palmario el riesgo de caer nuevamente aquí en el monofisismo, convirtiendo a la humanidad en divinidad, o por lo menos se está muy cerca de afirmar la trasmutación de la naturaleza divina en la humana.”

El primer tema de la segunda parte es lo mejor del libro. Deja a la teología liberal desplumada como un pollo, por completo, enfrentándose a ella sin ambages. Veamos un ejemplo entre otros: “La teología liberal trató de establecer una separación entre el Jesús de los evangelios sinópticos y el Cristo paulino, pero su intento constituyó un fracaso tanto dogmático como histórico. Dogmático, porque si fuera posible separar a Jesús de Cristo, la proclamación de la Iglesia sería entonces una mera ilusión. Histórico, porque podemos considerar la teología liberal decimonónica como una confirmación indirecta, involuntaria y, por eso mismo, aún más enérgica, del principio, dogmáticamente establecido, de la inseparabilidad entre Jesús y Cristo. El logro de la teología  liberal fue su propia desintegración.”

¿Qué es la cristología crítica? Contesta el autor: “la cristología crítica es de la incumbencia de la iglesia oficial y es ejercida por la autoridad doctrinal de sus concilios.”
Por el contrario, “la cristología positiva se desarrolla continuamente gracias a la proclamación de la Iglesia y radica en la predicación y los sacramentos.”

Pasamos a reseñar el segundo tema: Creación y caída y tentación.

A diferencia de la cristología, Creación y caída fue preparada para la imprenta por el mismo Bonhoeffer. Tentación fue revisada y publicada póstumamente. Estos dos comentarios bíblicos no fueron escritos en principio con la intención de publicarlos, eran cursos y conferencias pronunciados ante los estudiantes. Creación y caída es un curso que se dio en el semestre de invierno de 1932-1933 en la Universidad de Berlín. Con gran fuerza poética arranca su comentario a los dos primeros versículos de Génesis: “Nos irrita a nosotros e irrita al mundo que la Biblia hable del principio. Porque sobre el principio nada podemos decir nosotros. Donde da comienzo el principio, allí cesa nuestro pensamiento, allí ha topado con el fin.” Pero no nos alarmemos porque tiene preguntas que hacer y eso constituye la pasión de su pensamiento. Como indica el título es una  exposición de los capítulos 1 al 3, pero sin hacer exégesis de cada uno de los versículos, sino que toma diversos temas del texto, como por ejemplo, el principio, la palabra, la mirada de Dios, el día, lo inerte, lo vivo, la imagen de Dios en la tierra, bendición y consumación. Luego viene la creación del hombre y en último lugar la caída que va desde lo que llama pregunta piadosa de la serpiente hasta el nacimiento de Caín. Es cierto que el primer libro de la Biblia no empieza con la existencia de Dios y después creara los cielos y la tierra, como dice al autor. Pero alguien que actúa forzosamente debe existir primero. Una cosa es que el primer capítulo de Génesis  no lo diga y otra distinta que no se tenga en cuenta lo que se desprende de su acto creador. El teólogo de Breslau hace una diferencia abismal entre los mitos de la creación de muchas religiones y el Dios de la Biblia, el cual es totalmente Dios, totalmente Creador, totalmente Señor y su criatura sigue estándole sometida, obediente, ensalzándole y adorándole como Señor. Mientras en otras religiones se confunde la divinidad con la creación, (panteísmo) eso no ocurre nunca en la Biblia en donde Dios no es jamás la creación, siempre es el Creador. Aquí hace su entrada la Palabra por medio de la cual Dios creó todas las cosas y es su voluntad o mandamiento: dijo Dios. Dios habla y si habla existe, decimos nosotros, porque Bonhoeffer no trata eso. Opina que el nombre personal de Dios, es un antropomorfismo, porque a su entender expresa con mucha mayor fuerza y claridad la realidad del “Dios en sí”. La formación del ser humano del polvo de la tierra es para el mártir del nazismo un modo muy terreno, una forma antropomórfica pues Dios actúa como un alfarero.

En cuanto a la caída, afirma que “la Biblia no pretende informarnos sobre el origen el mal, sino dar testimonio de su carácter de culpa y de carga infinita del hombre.” Es cierto, porque el mal ya estaba escondido en el mundo y el hombre pecó al desobedecer a Dios. Acusa a la dogmática católica y a Lutero de que si se nos narrara antes la caída de Lucifer, entonces Adán se vería fundamentalmente exonerado. A diferencia de otros que han caído en el error, manifiesta claramente que la serpiente no era el diablo, sino un animal de la creación instrumentalizado por Satanás, el cual manipula la palabra de Dios. En el diálogo entre la serpiente y Eva sobre Dios, ambas tuercen la palabra de Dios por primera vez en la historia. Una vez han dejado de teologizar, se pasa a la acción, el hombre quiere ser sicut deus (como Dios).

El último escrito es el que hemos señalado más arriba de la tentación, básicamente con referencia a la frase del padrenuestro que en la traducción de Lutero dice: no nos “induzcas” a la tentación, quizás mejor que “no nos metas” de la RVR60, aunque la más generalizada en diferentes versiones sea “no nos dejes caer”. Literalmente, el verbo significa “llevar” y está en aoristo ingresivo (comenzar a llevar). Pero el planteamiento de Bonhoeffer es teológico y lo explica como estar abandonado de las fuerzas propias, de todos los hombres y de Dios mismo. A esto añade, el instante de la tentación, la necesidad de la tentación. En las dos historias de la tentación contempla la de Adán y la de Cristo, las cuales tienen su origen en Satanás. Nos llama la atención, no sabemos si debido a la traducción o al autor, que en varias ocasiones al diablo se le llama demonio, cuando en el NT la distinción entre el diablo (siempre en singular) y los demonios (siempre en plural a excepción de cuando se refiere a uno en particular) pero nunca a Satanás se le llama demonio.

Aparte del resto de la bibliografía del pastor luterano, este es un buen libro para conocer su pensamiento en su juventud y el tiempo convulso en que vivió entre las dos guerras mundiales, en que no solo se desmarca de la teología liberal, sino del luteranismo oficial aportando una reflexión teológica diferente, con la que podremos estar o no de acuerdo, pero que la expresa con toda libertad.

 Pedro Puigvert

 

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