S. Stuart Park.
Valladolid: Ediciones Camino Viejo.2013, 156 pp.
Una nueva joya literaria que está a disposición de cuantos deseen leerla. Su cuidada presentación pone de relieve una vez más que Ediciones Camino Viejo ha optado por la excelencia. La espléndida portada es un detalle de la obra Sin título del pintor vallisoletano Gonzalo Martín-Calero. Para el prólogo de este comentario, tratándose de un libro poético, se buscó al conocido poeta evangélico Alfredo Pérez Alencart, nacido en Perú, aunque de padre asturiano y madre brasileña, que vive en Salamanca en donde trabaja como catedrático de Derecho del Trabajo y Trabajo Social, en la universidad de su ciudad.
Pérez Alencart empieza el prólogo con la fuerza poética que le caracteriza: “El Eros sublime forma parte de lo Sagrado. Y antes de que algún mojigato se escandalice, recuerde la Biblia, y especialmente uno de sus libros más hermosos: El Cantar de los Cantares. Y si todo libro que se contiene en el Libro de los Libros es inspirado por Dios, lo verdadero entonces es que Dios derrochó con nosotros su seminal pulsión erótica”. Y lo termina así: “Leo la explicación de S.Stuart en perfecto connubio con el Poema. Y quedo trasviendo dos mil quinientos años con un Amor escrupuloso por la Divinidad que está al fondo del alma y por el Eros de las bellas alegrías, del contacto que no se inventa, del sexo matrimoniado al Amor, de la ternura que empareja sin beatitudes ni desenfrenos”.
Por su parte S.Stuart le va a la zaga en un prefacio en que se entrega al deleite del jardín cerrado, pues “no hay ningún lugar en el mundo más hermoso que un jardín cerrado, un recinto sagrado donde se respira paz” (…) “el Cantar nos invita a entrar en un lugar secreto lleno de las fragancias del amor, un paraíso terrenal donde se recrea la perfección del Edén. El Cantar habita el mundo del ensueño y la imaginación, y sin embargo está anclado en la vida real, no es ajeno a los dolores de parto, los problemas de la adolescencia o las limitaciones de la vejez”. (…) “El Cantar nos invita a presenciar una noche de amor, pero no como intrusos, ya que la unión de los esposos se expresa mediante metáfora y símbolo, como conviene en el mundo de la poesía. El Cantar trasciende la sexualidad humana y el género, la diferenciación racial, social y cultural, para liberar en nuestra mente y en nuestro corazón las aguas vivas del Espíritu”.
¿Fue el Cantar escrito por Salomón o para Salomón? Con mucho tacto dice Park: “parece indicar la autoría de Salomón, pero la erudición asevera, unánime, que el Salomón histórico no pudo haber escrito el Cantar, y conviene respetar su opinión”. Pero a pesar de lo que digan los eruditos, para él lo mejor es atribuir el poema a Salomón “como si hubiese sido escrito por aquel emblemático amante de las mujeres”.
El libro consta de 8 capítulos, los mismos que el Cantar. Muy oportuna y bien explicada la hermenéutica, aunque no se mencionen todas las interpretaciones del Cantar. En verdad este libro no es un comentario exegético, pero por bloques textuales sí es una exposición del Cantar y en cada capítulo encontramos además una reflexión aplicativa. Aunque las metáforas no tienen por que coincidir, sin embargo, las traducciones se empeñan en verter que el amado es rubio (5:10) y luego que sus cabellos son negros. Una mejor traducción, en vez de “rubio”, es rosado o “rojizo” (Biblia Interconfesional) con referencia a sus mejillas, es decir, de aspecto saludable. Es extraño que el autor no diga nada al respecto. Alguna vez hemos escuchado que el nombre de Dios no aparece en Ester, ni en el Cantar. En cuanto al primero es cierto, en este ocurre solo en la Reina- Valera, porque en el hebreo dice “llama de Yah” (8:6) y con acierto S.Stuart titula el capítulo 8, “llama de Yahvé” aparte de citar la frase en dos ocasiones más.
Una obra que es un comentario distinto, recomendada a los paladares finos.
Pedro Puigvert