El médico hereje

José Luis Corral.
Editorial Planeta. 2013. 396 pp.

Al tratarse de una obra de ficción, no cabe expresamente en el marco de nuestra revista que está dedicada a reseñar obras de teología, historia del cristianismo y ciencias bíblicas. Sin embargo, como se trata de una novela histórica  cuyo personaje es Miguel Servet, y en buena parte del libro cobra mucha relevancia el reformador Juan Calvino por el empeño del autor en mezclarle en todo y más, la reseñamos también aquí. Los libros y artículos que muchos intelectuales españoles han escrito, llevados de prejuicios o por mala fe, no se escapa en esta novela, y acusan al reformador francés de Ginebra  de ser el responsable de la muerte del médico aragonés, con quien simpatizan hasta ponerlo en un pedestal, Sin embargo, siendo una novela histórica y su autor un catedrático de Historia Medieval, constata a través de fechas, nombres y hechos que, como indican en las películas, está basada en hechos reales. Lo que no es obstáculo para que incluya también la ficción a raudales en  supuestos hechos acontecidos, que han sido imaginados por el autor. Él mismo reconoce, en una nota al final del libro que como no se sabe lo que hizo Servet después de su huida de Vienne el 7 de abril de 1553, hasta su llegada a Ginebra el 12 de agosto, se ha inventado el recorrido y los hechos que narra, en donde incluye hasta una felación frustrada. Ha sido la manera de explicar que Servet sufrió un accidente genital de niño y que él creía que le había dejado inútil para consumar el matrimonio, motivo por el que no quiso casarse con una novia que tuvo mientras vivía en Charlieu.

Pero incluso en relatos con base histórica hay una buena dosis de ficción. Si alguien piensa conocer lo que sucedió realmente por la lectura de esta novela no ha acudido al lugar apropiado, porque el autor ha sido muy tendencioso esforzándose en atribuir a Calvino y  a la Reforma una serie de males y horrores que no sucedieron como lo cuenta. Tampoco el catolicismo sale bien parado, por haber juzgado y condenado a la hoguera a Servet, aunque tuvieron que quemarlo en efigie porque se escapó de la cárcel. En honor a la verdad hay que decir que el arzobispo de Vienne, en cuya casa trabajaba el médico hereje y otros que le apreciaban, prepararon  un plan  para que la puerta de la celda que ocupaba en la  prisión quedara milagrosamente abierta y ningún guardia se diera cuenta que el preso salía saltando los muros. Incluso detrás del juicio de la Inquisición emerge la figura de Calvino al que supuestamente Servet atribuye la manipulación de los jueces. ¿Calvino manipulando a la inquisición católica? Servet, como dice Corral en una nota al final del libro, “fue un hombre rebelde, soberbio, orgulloso, vanidoso, crítico, insolente, indómito, ingenuo, osado y temerario”.

La pretendida participación e inducción de Calvino cabe descartarla por completo, porque solo estuvo en el juicio dos veces y en la primera ni siquiera abrió la boca; en la segunda formó parte del grupo de pastores citados por el tribunal para actuar como especialistas, pero no para acusar a Servet. El proceso y la condena fue obra de un tribunal civil que juzgó cuestiones religiosas, que con toda seguridad no debería haber hecho, pero al tener implicaciones sociales, como perturbar a la sociedad, lo llevaron a cabo porque entonces creían que eran competentes para hacerlo, después de haber realizado consultas al tribunal que le había juzgado antes y a los Consejos e iglesias de las ciudades suizas.

Aunque el profesor Corral cita las actas del proceso judicial de Servet, tenemos la impresión que no las ha leído en su totalidad, porque se ha tenido que inventar las sesiones del juicio que no se parecen en nada a lo que realmente sucedió. Confiesa que la presencia de Calvino en medio del público en las sesiones del juicio es ficticio, como lo es también, aunque de eso no dice nada, el relato que hace del domingo que fue detenido. Hacer que Calvino vaya a predicar y le descubra porque se había sentado en los primeros bancos, es pura invención. Alguien le detectó en la iglesia y lo comunicó a las autoridades. Eso es lo que sucedió.

Detrás de la ficción descubrimos la simpatía que el autor tiene hacia Servet y su animadversión hacia Calvino en quien recaen todas las culpas.

Pedro Puigvert

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