Combate contra el mal

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Padre Obispo Manuel Adolfo Acuña.
Ediciones Luciérnaga, 2020, 285 pp.

Quizás por el título eclesiástico, puede dar la impresión que el autor es un obispo católico, pero sorprendentemente es el titular nacional argentino de la Iglesia Carismática Luterana Independiente. Posee un doctorado en Divinidad y es fundador de la Primera Escuela de Exorcismo y Liberación de América Latina y de la Escuela de Formación Espiritual. Hasta el año 2000 ha realizado más de 1.200 exorcismos. El prólogo está escrito por el periodista  de la Televisión Vaticana David Murgia, experto en exorcismo y satanismo. Dice el autor: “Hay conceptos vertidos en este texto que resultarán polémicos para muchos”. Es consciente que hay ciertas afirmaciones que hace que están reñidas con algunos pensadores en el área de la teología. No se trata de un libro de  teología, sino de un libro en el que vierte sus experiencias personales. Reconoce que el diablo fue derrotado en la cruz, pero no entendemos su empeño en llamarle demonio, cuando este es un término que la Biblia destina a los secuaces de Satanás y aparece siempre en plural, los demonios, a excepción de algún caso en que se refiere a uno solo; en cambio diablo se menciona siempre en singular porque solo existe uno que recibe también el nombre de Satanás (adversario), el dragón, la serpiente antigua. Basarse en que Jesús echaba fuera demonios para hacer lo mismo, es ignorar que lo que hacía Jesús correspondía a las credenciales de su mesianidad como demostración de que él era el Cristo. Esta frase de la introducción es inquietante: “Dios me reveló en el mover carismático la belleza y libertad del soplo del Espíritu Santo –soplo que se encuentra presente en el Ritual de Exorcismos- y cambió mi paisaje de la vida, desde el Seminario Católico Romano a la expresión luterana  del modo de vivir el compromiso cristiano y el ministerio al servicio de su iglesia”.

 El libro está formado por 10 capítulos, un glosario de términos y dos apéndices. Cuenta que en la “desactivación de un conjuro” al finalizar la celebración de la misa–suponemos que entonces aún era católico- expulsó al demonio de una mujer y ella gritaba con fuerte voz como agonizando y su hermana melliza comienza a hablar en lenguas. Nuestro exorcista dice entre paréntesis “(no olvidemos que los demonios son ángeles caídos y que por ello conservan su propia lengua)”. Como el Sr. Obispo dice poseer el don de lenguas y su interpretación,  pudo escuchar el lamento del demonio, que para otras personas es inentendible, que afirmaba el frío del infierno. ¿Cómo es posible, si el infierno como lugar de condenación eterna no estará operativo hasta después del juicio universal? Según Ap. 9:1-2, los demonios están confinados en el abismo que no es el infierno. ¿De dónde ha obtenido Acuña la información  que al diablo le gusta llamar a los seres humanos monos parlantes? Interpreta Gn. 3:15 en clave mariana y le otorga a María poder exorcístico. Y lo ilustra con un exorcismo con la presencia directa de la Virgen y San Miguel. ¿Hace Acuña exorcismos o espiritismo?

Según el obispo exorcista, existe la trinidad oscura: Lucifer, Satanás y Belcebú. Pero en realidad no son tres ángeles caídos, sino que al diablo se le conoce en la Biblia con estos nombres. También para él hay otros príncipes angélicos caídos con sus nombres: Asmodeo, Belfegor, Leviatán, Mammon. El primero aparece en un libro apócrifo, el segundo es una variante de Baal en la Septuaginta, el tercero es un monstruo marino con distintos significados en las cinco veces que aparece en la Biblia y el cuarto era el dios (ídolo) de las riquezas. Tampoco puede faltar el demonio mujer, llamada Lilit, creada antes de Eva. Lilit es una figura femenina de la mitología mesopotámica, extremo este que niega Acuña, el cual cree que es un demonio femenino auténtico. Se hace eco del arcángel Uriel mencionado en los evangelios apócrifos, cuya devoción se encuentra en la iglesia copta. Elementos del exorcismo son: sal exorcizada, aceite bendito y agua bendita, pero no cabe la duda que forman parte de la superstición, aunque lo practiquen iglesias. En otro orden de cosas llega a decir que Pedro no sabía leer ni escribir y menciona que lo dicen algunos exegetas, pero sin citarlos. Basa la importancia de los exorcismos en que en el primer capítulo de Marcos hay un exorcismo. Muchas de las páginas de este libro están basadas en experiencias del autor. Es difícil de entender que un ministro luterano ore delante de la tumba de su padre ofreciendo su plegaria por su eterno descanso. En este libro hay información valiosa sobre el satanismo, pero sus experiencias personales pertenecen a este ámbito y no podemos valorar sus exorcismos.

Pedro Puivert

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