El apóstol Pablo expone en este capítulo tres cosas fundamentales: que la exclusión de los judíos en cuanto al número no es total (1-10); que por la trasgresión de los judíos vino la salvación a los gentiles (11-20); que la exclusión de los judíos en cuanto al tiempo no es final (21-27). Dicho así puede parecer fácil, pero entraña sus dificultades.
El rechazo de los judíos no es total (vv.1-10) El apóstol formula preguntas retóricas que le permiten desarrollar el argumento introduciendo la idea del remanente que es crucial en todo el capítulo si queremos entender algunas cosas difíciles, como decía Pedro, al referirse a escritos de Pablo.
La salvación de los judíos (1-6). Dios se reserva siempre un remanente, como en los tiempos de Elías: me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla delante de Baal (v.4). Pero debemos tener presente que este remanente salvo, lo es solamente por la gracia de Dios (v.5), no por pertenecer a una determinada raza. Cuando hablamos de la salvación de los judíos muchas veces perdemos de vista este hecho y creemos que por el mero hecho de pertenecer a Israel ya son el pueblo de Dios y no es así. Para ser pueblo de Dios todos, judíos y gentiles, tenemos que arrepentirnos y creer en Cristo para recibir la salvación. La pregunta del versículo primero debe ser contestada negativamente, como lo hace Pablo. Él también era israelita de la descendencia de Abraham y de la tribu de Benjamín. ¿Y que había hecho Pablo? Cuando el Señor fue a su encuentro, en el camino a Damasco, tuvo que reconocerse pecador y creer en Cristo. Como él otros israelitas han sido salvos acogiéndose a la gracia de Dios. Eso sucedió entonces, a lo largo de los siglos y sucede hoy, cuando ha habido y hay un remanente de judíos que han creído en Cristo y son salvos escogidos por gracia, de la misma manera que los gentiles (v.5). La frase aun en este tiempo indica la gravedad de aquella hora, el primer siglo, cuando se produjo el rechazo de la nación (Mt. 21:43) por su incredulidad.
No todo Israel es Israel (vv. 7-10). Es decir, no todos los judíos pertenecen al pueblo de Dios como ya dijo Pablo en 9:6-8. Israel no alcanzó lo que buscaba, su propio camino de salvación por las obras, pero los escogidos sí lo han alcanzado. ¿Qué significa esto? Que existe un contraste radical entre Israel como etnia, pueblo o nación y los judíos como individuos, como personas que necesitan ser salvas. El apóstol se apoya otra vez en el AT para fundamentar sus enseñanzas. En esta carta cita el Sal. 69:22-23 para mostrar como la palabra del evangelio tiene un doble efecto en los judíos: a unos salva y a otros los endurece, como ya estaba profetizado.
La transgresión de los judíos y la salvación de los gentiles (vv.11-16).
La salvación de los gentiles. En la sabiduría infinita de Dios, la incredulidad de Israel servirá para promover la salvación de los gentiles. Esto a su vez provocará los celos de los judíos para hacer salvos a algunos de ellos (v. 14). Hay una alternativa de traducción más exacta para el v. 12: y si su caída ha sido una riqueza para el mundo, y su mengua riqueza para los gentiles, ¿Qué no será su plenitud. La clave aquí es el término plenitud (pleroma en el original) que en su acepción escatológica se refiere al número total de los que han de ser salvos hasta el final de los tiempos, es decir, el conjunto de los diversos remanentes de cada período histórico. La admisión de los judíos a la fe nuevamente, representará vida entre los muertos (Ef. 2:1 y Col.2:13). Como escribe Hoekema: “No hay necesidad de limitar esta admisión a un periodo de la historia cercano al fin de los tiempos; la admisión por parte de Dios de todos los israelitas creyentes a través de la historia es por cierto vida de entre los muertos y será así siempre” (La Biblia y el futuro, pp.163-170).
El verdadero pueblo de Dios es uno (vv. 17-27) A partir de ahí, Pablo procede a elaborar la figura del olivo, como un árbol que representa al verdadero pueblo de Dios, la Iglesia.
Desgajados e injertados (vv. 17-24). Los gentiles no debemos jactarnos de nuestros privilegios, ya que de ninguna manera se debe a nuestra superioridad o a nuestros méritos que pertenecemos a la iglesia de Dios al haber sido injertados en el olivo del pueblo de Dios. Los judíos fueron desgajados por su incredulidad y los gentiles fuimos injertados únicamente por la fe. Ahora bien, los judíos serán injertados de nuevo si abandonan la incredulidad, es decir, si reconocen por fe la obra de Cristo para constituir con nosotros los gentiles creyentes un solo pueblo sin barreras (Ef.2:13-16). Lo que llama la atención, a tenor de la doctrina dispensacionalista, es que Pablo no presenta la figura de dos olivos, Israel y la Iglesia, sino de uno solo. ¿Cuál es su significado ? No solamente que los judíos y los gentiles somos salvos del mismo modo, por la fe, sino que también, una vez salvados, pasamos a formar parte del mismo organismo vivo, llamado aquí olivo. Todo pensamiento de un futuro por separado, de una clase de salvación diferente para unos y otros, o de un organismo espiritual por separado para los judíos salvos, queda aquí excluida. Atendamos de nuevo lo que dice Hoekema: “Su salvación es aquí descrita en términos de llegar a ser uno con la totalidad de los salvos del pueblo de Dios, y no en términos de un programa aparte para los judíos”. Abunda en esto Haldane cuando escribe: “la nación judía era el olivo de Dios. En un sentido característico era el pueblo de Dios, de entre los cuales Dios había escogido la mayor parte de sus verdaderos hijos; pero ahora debido a su incredulidad, algunas de las ramas de este olivo habían sido cortadas (…). Y entre aquellos que estaban separados, o mejor dicho, en el lugar de aquellos que fueron cortados, fueron puestos los gentiles, quienes siendo olivo silvestre, sin sitio ene l buen olivo, ahora son hechos hijos de Abraham por la fe en Cristo Jesús (Gá. 3:26-29). Fueron injertados en el buen olivo, cuyas raíces estaban en Abraham, y por tanto, fueron hechos partícipes de sus privilegios”.(Citado por David N. Steele en Romanos, pp. 126-127).
.La exclusión de los judíos no es final (v.25). En este versículo nos encontramos de nuevo con el término “plenitud”. El endurecimiento afecta solamente a una parte de Israel. Hay una “plenitud” de Israel (v. 12) exactamente como una “plenitud” de los gentiles (v.25). Tanto en uno como en otro caso, se trata siempre del número total de los salvados, tanto de unos como de otros. Esta plenitud no quiere decir que todos los gentiles van a ser salvos ni que todos los judíos lo serán también. Es la plenitud de los salvados de entre los judíos y de entre los gentiles. Pablo tiene delante de sí un proceso histórico, aunque el camino de salvación es idéntico para judíos y gentiles y la admisión de los judíos sea siempre como la de los gentiles (vida entre los muertos). Al comienzo, hubo algunos judíos que fueron salvos. Pero luego Israel se endureció y el evangelio fue llevado a los gentiles. Dios utilizó la trasgresión de los judíos para cumplir sus propósitos originales revelados primariamente a Abraham en relación con la salvación de los gentiles (Gá. 3:8). De modo que el rechazo de los judíos no es total ni definitivo, al menos por lo que hace a los individuos, puesto que un remanente se salvará.
La salvación del todo Israel (vv.26-27). El v. 26 ha sido objeto discusión debido a una traducción incorrecta y al juego que le ha dado la escuela dispensacionalista. Si la regla de oro de la interpretación es que todo texto debe verse a la luz de su contexto, en este caso el versículo que lo ilumina es 9:27:También Isaías clama tocante a Israel: si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan solo el remanente será salvo. En segundo lugar, el griego no dice “y luego” (adverbio de tiempo), sino, kai houtos (y así, un concepto causal (BJ) o de esta manera (NVI). (Si Pablo hubiera querido decir “y luego” hubiera escrito kai epeita). ¿De qué manera se salvará el todo Israel? Del modo como Pablo lo ha descrito a lo largo de todo el capítulo. Mientras se consigue la plenitud de los gentiles, la suma de los remanentes del Israel creyente en la historia, es el todo Israel que se salva.
Conclusión. Esto se confirma en los vv. 26-27, referido a la primera venida como inauguración de la era mesiánica apoyada por las citas de Jeremías e Isaías que se combinan para señalarlo de manera precisa. Este pasaje nos enseña que los judíos continuarán convirtiéndose a Cristo durante toda la era cristiana hasta el regreso de Cristo, los cuales juntamente con todos los gentiles constituimos el Israel de Dios, la verdadera Iglesia compuesta de judíos y gentiles, un solo y único pueblo de Dios.
Pedro Puigvert
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